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Tenía un bulto en una de sus mamas y no paraba de crecer, pero su doctor no le dio importancia

La mujer prácticamente rogó que le hicieran los exámenes que comprobaron lo peor

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En 2019 Maite Guio Nise, quien es docente, había retomado su trabajo como secretaria en una escuela secundaria. Estaba en un gran momento de su vida. Hacía casi un año había dado a luz a Estéfano y como tomaba la teta muy seguido, era necesario levantarse más temprano para poder amamantarlo y sacarse leche en horario laboral. Para eso, contaba con la ayuda de su pareja, con quien hacían una muy buena dupla, y con sus padres que siempre estuvieron al pie del cañón. Todo marchaba muy bien hasta que, de repente, sucedió algo que marcaría un antes y un después en su vida.

“Un día amamantando a mi bebé noté un bulto. Si bien ya sentía molestias en la mama izquierda no era una molestia normal porque había sufrido dolores cuando estaba varias horas sin amamantar o si me sacaba leche. Pero en este caso era una dureza que no se movía ni se achicaba al apretarla y ya tampoco me dolía. Además, su forma no cambiaba y lo sentía como una roca”, recuerda Maite.

Maite Guio Nise. Foto: la Nación, GDA

Una respuesta poco profesional

Ante esta preocupación, lo primero que hizo Maite fue pedir un turno lo más rápido posible con su obstetra.

- “Es por la leche, no te preocupes”, le dijo el doctor.

- “No creo que sea por eso, el bulto tiene una forma rara y no me duele”, le contestó Maite.

- “De rutina, te estoy haciendo las órdenes para una ecografía abdominal e intravaginal”.

- “Te pido, por favor, si me agregas una nueva ecografía mamaria”, casi que le suplicó ella.

- “No, ya tenemos la del mes pasado. No te hagas la cabeza. No te voy a repetir ningún estudio”, insistió el especialista.

Como Maite notaba que el bulto iba creciendo le pidió a su ginecóloga que le hiciera una orden para realizarse una ecografía mamaria, cuyo resultado arrojó que tenía un nódulo que aparentemente era benigno. Entonces, nuevamente fue a ver a su obstetra, con la esperanza de que esta vez tomara más en serio su preocupación. Ya había pasado menos de un mes y el nódulo se había duplicado de tamaño.

- “Por favor, te pido que me hagas la orden para hacerme otra ecografía para ver cómo está ese nódulo”, le pidió Maite.

- “Deja de preocuparte innecesariamente, sos muy joven (tenía 31 años) para tener un cáncer de mama. Lo que tenés es por la lactancia. Y no te voy a repetir ningún estudio”, le contestó fríamente.

Maite Guio Nise. Foto: la Nación, GDA

No era un tumor, eran dos y malignos

Cuando salió del consultorio (había estado casi cuatro horas en la sala de espera para que la atendiera) Maite borró a su obstetra de la lista de contactos de su celular. Estaba muy enojada, fastidiosa y furiosa. Y se sintió subestimada.

“Al mes insistí en la guardia y, por fin, logré que me hicieran estudios más exhaustivos. Comenzó todo con una resonancia con contraste, luego la punción y varios análisis más para estadificar. No era un solo tumor, eran dos con características de malignidad y ya habían duplicado su tamaño y tomado los ganglios”.

“Estaba desorientada, asustada y devastada”

Maite cuenta que en ese momento sintió mucho enojo, impotencia y desilusión ya que por el tamaño de los nódulos no había forma de extraerlos mediante una cirugía y tenía que sí o sí hacer quimioterapia.

“Estaba enojada y triste, desorientada, asustada, devastada. No tenía miedo a la muerte, pero si a no poder compartir tiempo con mi hijo. Lo primero que pensé fue que quería vivir para verlo crecer, para acompañarlo y que él también pudiera acompañarme a mí, conocernos y acompañarnos”, se emociona.

El apoyo y la contención de su oncólogo, Pablo Capellino, a quien define como una persona muy importante en su vida, fue vital para que Maite se entregara 100% al tratamiento, más allá de los miedos lógicos que le surgieron.

En septiembre del 2023, luego de casi dos años del diagnóstico y comienzo del tratamiento, Maite se preparó para una cirugía reconstructiva que, dice, fue mucho más llevadera.

“El tratamiento fue muy duro, pero me dejó muchas enseñanzas y pasó, como todo. Me hice amiga de algunas chicas, nos llamábamos onco-amigas. Compartíamos nuestras experiencias, nuestros miedos, nos entendíamos. Algunas ya no están, con las que siguen acá nos aguantamos cuando tocan controles, nos hablamos cuando nos quedamos sin medicación, cuando vuelve algún fantasma. Con algunas no nos conocemos personalmente, pero pareciera que somos amigas de toda la vida”.

Junto a otras pacientes formaron el grupo “oncodiosas”. “Somos 15 chicas que empezamos a hacer memes para ponerle un poco de onda a la realidad que nos atraviesa. Los subimos a Instagram, nos juntamos las que compartimos el humor negro y nos reímos de nuestras desgracias”.

Maite está convencida que lo que le pasó fue un antes y un después en su vida. Dice que todos los días de su vida recuerda que se convirtió en paciente oncólogica. “Todas las noches tomo mi medicación, recetada por 10 años. Me levanto más cansada, a veces con dolores, la mayoría de los días agradecida y otros algo negativa y renegada”.

En la actualidad, Maite tiene 34 años y disfruta de su hijo que está cerca de cumplir cuatro. “Nuestra relación es muy divertida, nos amamos mucho. Compartimos juegos, comidas, charlas, el sol, el mar, tomar algún mate, mirar lo linda que está la luna, juegos de mesa, pileta y comidas los domingos con los abuelos”.

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