En pleno mar del Norte, a 60 kilómetros de la costa alemana, la isla de Helgoland, con sus impresionantes acantilados, atrae a muchos turistas, quienes no la visitan por sus paisajes.
En esta isla, que fue una base submarina durante las dos guerras mundiales, el agua es demasiado fría para bañarse. Es azotada por los vientos y el buen tiempo es algo muy raro.
Los turistas llegan buscando otros espectáculos. Cada año, entre noviembre y enero, la duna de Helgoland (la “tierra sagrada”) es invadida por focas que llegan para dar a luz.
Los recién nacidos de piel blanca, con aspecto de peluche, son el foco de atención de los fotógrafos aficionados.
Muy cerca
“Están tan cerca ahora. Los miro a menudo en la televisión, pero aquí es más apasionante”, explicó Karin, una turista alemana que llegó de Essen, en el oeste de ese país.
La asociación Jordsand, que trabaja para la preservación de la biodiversidad de las costas, ha registrado más de 520 nacimientos desde noviembre.
Junto a dos guardias forestales del municipio de Helgoland, los empleados de la asociación vigilan también a los turistas en esta isla de romanticismo salvaje, donde se escribió el texto del himno nacional alemán.
Los visitantes tienen instrucciones de no acercarse a menos de 30 metros de las focas, principalmente durante el periodo de reproducción.
A pesar del afecto que generan cuando son pequeñas, las focas adultas pueden pesar hasta 300 kilos. Y no dudan en morder para defenderse.
Ute Pausch, guardia forestal en Helgoland, hace hincapié en el problema.
“A veces, los turistas olvidan los límites y se aproximan mucho.
"Hay consecuencias negativas en verano porque las focas se acostumbran a la gente. Cuando quieren jugar en el agua, pueden herir a los bañistas", agregó.
Por eso se construyó un camino para mantener a distancia a los visitantes. Una medida todavía más necesaria desde que, en estos últimos años, el número de focas reunidas en la playa ha aumentado.
Nuevos retos
Elmar Ballstadt, miembro de la asociación Jordsand, explica que las focas son cada vez más numerosas porque la comida es abundante en la isla.
Una de las posibles razones, según los investigadores, es el calentamiento de la temperatura del agua en los últimos 45 años, como consecuencia del cambio climático.
"Pero si el nivel del agua aumenta, seguramente tendremos nuevos desafíos que resolver", agregó Ballstadt. En efecto, esto reduciría la superficie disponible en la isla.
Los recién nacidos se quedan tres semanas con su madre, el tiempo del destete, antes de lanzarse al agua.
En las próximas semanas, los cachorros se lanzarán al agua, pero no abandonarán el mar del Norte. A partir de la próxima primavera volverán a Helgoland para cambiar de piel y encontrarse de nuevo en los lentes de los fotógrafos.