Internacionales

Una voz en el tejado anima a una zona muy golpeada por el covid-19

Venezolano pone música, canta, recibe llamadas y hasta anuncia a pequeños comercios de su barrio

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Cada sábado, rompiendo la monotonía del confinamiento por el covid-19, Rubén sube al techo de su casa en un barrio popular de Caracas, Venezuela, toma un micrófono y empieza el show: canta, pone música, recibe llamadas telefónicas, promociona negocios caseros y más.

“¡Hola, mi gente!”, así saluda a sus vecinos Rubén Peña, un músico de 45 años que nació y vive en San Andrés de El Valle, una zona de Caracas duramente castigada por el nuevo coronavirus.

Desde edificios de apartamentos y también en pobres viviendas de bloques y zinc construidas en las montañas que bordean esta zona, la gente responde con aplausos.

Vestido con una camisa blanca, decorada con notas musicales en el cuello y los puños, inicia así ‘Tu voz y la mía’, espectáculo con el que imita un programa de radio en vivo.

Pero los únicos vehículos para la voz de Rubén son tres potentes parlantes sobre la azotea de su casa, a la que se llega por una estrecha escalera que zigzaguea un cerro entre viviendas apiñadas. La acústica producida por la ubicación ayuda a rebotar el sonido.

La pandemia mantiene cerrados bares y discotecas en Caracas y, por ende, músicos como Peña se han quedado momentáneamente sin sitios para presentaciones.

“Me desesperaba porque no podía hacer lo que me gusta hacer, que es el canto”, relata Rubén.

“Una noche yo soñé que sacaba mis cornetas (parlantes) y me ponía a cantarle a la gente. Al día siguiente conversé con mi esposa y le dije: ‘voy a hacerlo como prueba y, si a la gente le atrae la idea, veremos'”, recuerda.

La respuesta de la comunidad ha sido algo maravilloso, según Rubén.

Unos vecinos desvían rayos de sol con espejos desde sus ventanas y otros despliegan banderas de Venezuela, pancartas o coloridos trapos. Al anochecer, luces van y vienen a manera de despedida.

“Alegra a nuestro barrio, aunque sea un día a la semana”, dice Benji Cegarra, una mujer de 37 años que disfruta en casa, con su familia, las tres horas del “programa” de Rubén.

En este país de 30 millones de habitantes, el distrito Capital se convirtió en los últimos días en la región con más casos de covid-19, con un quinto de los más de 16.000 contagios confirmados por las autoridades, y El Valle es el principal foco.

Momento mágico

El espectáculo comenzó en la segunda semana de abril, cuando se cumplía un mes de la cuarentena declarada en Venezuela frente al nuevo coronavirus.

“Pensé que iba a ser algo momentáneo y vea todo lo que se ha extendido ya”, expresa Rubén.

Las “secciones” de su curioso programa son variadas: en una, una niña hace una llamada telefónica y entona una canción tradicional venezolana. Vecinos, en otra, reciben mensajes de familiares en el extranjero.

En el lugar no se habla de política, haciendo un alto a la pugna entre el mandatario socialista Nicolás Maduro y el líder opositor, Juan Guaidó.

“Se nos ocurrió dar mi número telefónico a la comunidad para que sus familiares enviaran mensajes o llamaran. Fue mágico”, cuenta Rubén.

Ha recibido mensajes de todo el mundo, sirviendo como “enlace” cuando Venezuela ha visto emigrar a más de cinco millones de personas desde el 2015 por la crisis económica, según la ONU. De hecho, su hijo mayor vive en Perú.

Rubén también promociona gratis pequeños negocios como peluquerías, cerrajerías o ventas de comidas con ofertas que van desde hamburguesas hasta dulces tradicionales. Los comerciantes de El Valle han debido ser creativos para reinventarse en plena pandemia, explica a sus vecinos.

Por ahora no piensa cobrar, pues asegura que su objetivo solo es poner un granito de arena para ayudar.

El mismo Rubén tiene un negocio de artículos de higiene personal y limpieza. "Soy músico profesional, pero no vivo solo de la música", explica.

Un compromiso

Aunque reconoce que la disfruta, Rubén niega buscar fama.

Quiso pasar desapercibido, transmitir esperanza sin tomar protagonismo, pero ha sido imposible.

“La gente empezó a darse cuenta quién era yo, y se te acerca, te felicita. Es bonito”, cuenta.

Hace unas semanas, un vecino bromeó con él: “¿Qué vamos a hacer sin ti cuando levanten la cuarentena?”.

Rubén quedó en blanco por unos segundos, por eso se plantea continuar: “He adquirido, sin querer, un compromiso con la gente y vamos a estar aquí hasta que sea posible”.

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