Entre las cuatro categorías principales de vacunas desarrolladas contra el covid-19, la fabricada por la farmacéutica estadounidense Pfizer, que anunció que su vacuna tiene una efectividad del 90%, aún no había sido probada.
Esta vacuna atacará la “espícula” (o aguja) que el virus utiliza para entrar a las céulas.
Todas las vacunas tienen el mismo objetivo: entrenar al sistema inmunológico para que reconozca el coronavirus y así elevar sus defensas de forma preventiva con el fin de neutralizar el virus real si se produce el contagio.
Las vacunas convencionales se pueden fabricar a partir de virus inactivos (como polio o la gripe), atenuados (sarampión, fiebre amarilla) o proteínas llamadas antígenos. La misión de los antígenos es empezar la formación de anticuerpos para proteger al organismo.
La vacuna de Pfizer, elaborada en conjunto con la alemana BioNTech, se basa en una nueva tecnología llamada ARN mensajero.
Por medio de esta técnica se inyectan en el cuerpo instrucciones genéticas bautizadas ARN mensajero, es decir, la molécula que le dice a nuestras células qué hacer. Cada célula humana es una minifábrica de proteínas, según las instrucciones genéticas contenidas en su núcleo.
Así, el ARN mensajero de la vacuna se mete en el cuerpo y toma el control de esta maquinaria (células) para fabricar un antígeno específico del coronavirus: la “espícula” (o aguja), su punta tan reconocible que está en su superficie y le permite pegarse a células humanas para penetrarlas y enfermarnos.
Esta aguja, inofensiva en sí misma, será detectada por el sistema inmunológico que producirá anticuerpos, y estos anticuerpos permanecerán en guardia durante, con suerte, mucho tiempo, según se indicó.
Una vez inyectado el material genético, “las células que se encuentran en el lugar de la inyección empezarán a producir, de forma transitoria, una de las proteínas del virus”, explicó Christophe D’Enfert, director científico del Institut Pasteur de París.
La ventaja es que, al utilizar este método, no hay necesidad de cultivar un patógeno en el laboratorio porque es el organismo el que hace la tarea. Es por esta razón que estas vacunas se desarrollan más rápidamente. No se necesitan células ni huevos de gallina (como con las vacunas contra la gripe) para fabricar esta vacuna.
Una de las ventajas de estas vacunas es que que pueden almacenarse a temperatura ambiente.
El gobierno de Estados Unidos, impulsado por el presidente republicano Donald Trump, firmó un contrato de 1.950 millones de dólares con Pfizer para suministrar 100 millones de dosis, en caso de que la vacuna fuera aprobada.