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20 mil voltios no acabaron con las ganas de vivir de un papá

“Para mí cada Día del Padre es demasiado especial, porque solo un milagro me tiene con vida”

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A las 6:05 de la mañana del 19 de octubre del 2011 la vida de Alexánder Palma cambió para siempre porque le pasaron 20 mil voltios por el cuerpo mientras trataba de instalarle Internet a una familia de Piedras Blancas de Osa.

Aquel día se levantó temprano y como vivía en Ciudad Neily, Corredores, esperó a que su compañero de brete Félix Villalobos pasara por él.

Ambos trabajaban para una empresa que le daba servicios de instalación telefónica e Internet al ICE. Veinticuatro horas antes el jefe había llamado a Alex, a quien también conocen como Gato, para confirmarle los trabajos que debía hacer.

A las 6:05 de la mañana del 19 de octubre del 2011 la vida de Alexánder Palma Solano, quien ahora tiene 40 años, cambió para siempre porque le pasaron por el cuerpo 20 mil voltios mientras trataba de instalarle Internet a una familia de Piedras Blancas de Osa, en la Zona Sur.

Cuando llegaron a Piedras Blancas lo primero que hicieron fue revisar que todo en los postes estuviera bien y después se fueron a la casa en la que debían revisar el servicio.

Al llegar los invitaron a desayunar: les tenían gallo pinto, natilla, tortillas palmeadas, huevitos fritos y café.

“Como yo desayuné fuertecillo en mi casa estaba lleno todavía, entonces le dije a la familia que mejor íbamos a instalar todo primero y ya con el problema resuelto le entrábamos al desayuno”, recuerda Alex, a quien le sucedió algo que aún no sabe explicar.

Hay alguna situación en su vida con los chompipes porque siempre que ve uno, algo le pasa y quieren atacarlo.

A las 6:05 de la mañana del 19 de octubre del 2011 la vida de Alexánder Palma Solano, quien ahora tiene 40 años, cambió para siempre porque le pasaron por el cuerpo 20 mil voltios mientras trataba de instalarle Internet a una familia de Piedras Blancas de Osa, en la Zona Sur.

Y aquel día se dio...

“Cuando salimos de la casa de los clientes y me tiré a la calle para montarme al carro venían como diez chompipes y al verme se pusieron chivas y me persiguieron. La gente se reía de mí por la carrera que me pegué y me acordé que siempre que veo un chompipe ellos me persiguen, es algo extraño”.

Pero Alex logró escapar de los animales y subir al carro.

“Después del vacilón de los chompipes nos fuimos directo al poste en el que íbamos a montar todo el nuevo cableado de Internet. Mi compañero se fijó bien en el poste y la zona, también yo me fijé y para ambos todo estaba perfecto, entonces apuramos el trabajo”, contó.

Lo que no puede explicar Alex es por qué a pesar de que ambos se fijaron bien en todo ninguno vio que detrás del poste había otro juego de postes con cables.

Al comenzar a tirar el cableado y justo cuando Gato tenía un rollo de cable en la mano izquierda, pegaron con los cables del segundo juego de postes y una descarga de 20 mil voltios le pasó por el cuerpo. Seis transformadores cercanos estallaron.

“Estaba lloviendo un poquito y entonces yo hice tierra, eso provocó que solo a mí me pegara la corriente eléctrica. No me acuerdo bien qué pasó al instante, eso sí, recuerdo que mi compañero se me acercó y me dijo ‘Gato, suelte el cable’ y entonces lo solté. No sé si salí expulsado o si me quedé quedito, quedé en shock y como que todo se detuvo”.

Lo que recuerda con claridad es que lo subieron a un carro.

“Yo estaba perdido y una muchacha de la casa en la cual trabajábamos le pegó una cachetada a mi compañero para que volviera porque también estaba en shock y se ocupaba que manejara. Se arrancó el carro y de inmediato al hospital de Ciudad Cortés”, detalla Gato.

A las 6:05 de la mañana del 19 de octubre del 2011 la vida de Alexánder Palma Solano, quien ahora tiene 40 años, cambió para siempre porque le pasaron por el cuerpo 20 mil voltios mientras trataba de instalarle Internet a una familia de Piedras Blancas de Osa, en la Zona Sur.

Ya habían llamado al 9-1-1 y habían despachado una ambulancia, que los topó de camino e hicieron trasbordo.

“Casi no recuerdo la ida en ambulancia, pero sí que llegué a un aeropuerto, no sé cuál, y que pensé, vea usted, ‘me van a cumplir mi sueño de montarme en avioneta y gratis ¡qué bueno!‘”.

Y fue así, una avioneta lo trasladó hasta San José para llevarlo al Hospital San Juan de Dios. Pero antes del despegue, ignorando su propia gravedad, Gato le dijo a su compañero: “mae, Zorrillo, voy para Chepe a que me revisen, mañana terminamos el trabajo, llegue por mí a la casa a la misma hora”.

El estado de Gato era tan grave que lo enviaron en la avioneta con dos enfermeros. A ratos decía palabras sin sentido y a ratos se desmayaba. Nadie le había dicho la verdad de lo que le había pasado.

Cuando llegó al San Juan ya lo esperaba la familia, que es de barrio Cuba.

“Estaba mi mamá (Mayra Luz Solano, quien falleció hace seis meses), mis hermanos y mi hermana (Karla Palma). Claro, a ellos sí les habían dicho que yo venía horrible y que cuidado no llegaba vivo al hospital”.

A las 6:05 de la mañana del 19 de octubre del 2011 la vida de Alexánder Palma Solano, quien ahora tiene 40 años, cambió para siempre porque le pasaron por el cuerpo 20 mil voltios mientras trataba de instalarle Internet a una familia de Piedras Blancas de Osa, en la Zona Sur.

Aunque estaba mal, Gato podía hablar.

“Le dije a mi hermana ‘vea, quédese por aquí una media hora, cuando mucho; a mí me revisan y como estoy bien ya casi me dejan irme para la casa. Eso sí, tápeme porque ahí está la prensa'. Yo nunca sentí la muerte, nunca me di cuenta de lo que me había pasado”.

Como nunca perdió la consciencia, el doctor que lo recibió le dijo que debía firmar un documento porque iban a cortarle parte de las piernas.

Alex tomó la noticia con calma y le respondió al médico que si eso iba a pasar quería que la mamá estuviera ahí, que si Dios quería que eso sucediera pues él no iba a enojarse, pero con doña Mayra a la par.

La mamá entró junto a la hija que ya tenía Alex (Sianny Valeria Palma, hoy tiene 20 años), entonces él le agarró la mano y le dijo: “vea, hija, usted tiene papá para rato, tenga paz, esté tranquila y pórtese bien. Nada ha pasado, tiene que ser valiente.

“A mi mamá le expliqué la situación y le dije que yo tenía deudas y que por favor me ayudara con eso porque no sabía qué iba a pasar. Mi mamá me dijo ‘tranquilo, hijo, usted todo lo puede en Cristo, que lo fortalece’”.

Y en ese momento Gato se desmayó.

“Cuando desperté ya no tenía los pies, pero los sentía. Me dicen que se llama la sensación del pie fantasma. Mi hermana fue quien me quitó la sábana para que me viera por primera vez sin piernas. No me dio depresión ni nada, al contrario, le puse de inmediato diversión al asunto y así me he mantenido hasta hoy, alegre y sin dejarme vencer”.

Muy grave

Quien le puso a Alex el apodo de Gato lo hizo perfectamente.

Pudo haber muerto por la descarga de los 20 mil voltios, pero nada de eso.

Y es que las consecuencias fueron graves, no solo perdió parte de sus piernas (de la derecha tiene hasta la rodilla; de la izquierda no tiene ni la rodilla), además, la mano izquierda le quedó muy lesionada, los dedos no abren bien, no puede recoger objetos y no siente casi nada, incluso si se corta no siente.

A las 6:05 de la mañana del 19 de octubre del 2011 la vida de Alexánder Palma Solano, quien ahora tiene 40 años, cambió para siempre porque le pasaron por el cuerpo 20 mil voltios mientras trataba de instalarle Internet a una familia de Piedras Blancas de Osa, en la Zona Sur.

Perdió dos costillas, no tiene pared abdominal, le colocaron en su lugar dos mallas especiales que le sostienen los intestinos. Por eso debe cuidarse mucho, no se puede llevar golpe fuertes porque podría fallecer.

Podría parecer una realidad muy dura, pero para Gato no lo es, él prefiere meterles alegría a sus días. Eso sí, no olvida que pasó 22 días internado en el San Juan de Dios y más de tres meses en el hospital del INS y que tuvo una rehabilitación con las prótesis como de un año.

“Tuve que volver a aprender a caminar, a comer, bañarme, vestirme, en fin, como un chiquito, desde cero. Pero le puse buena cara a la vida y logré aprender rápido, incluso sabía que debía seguir trabajando y aprendí a manejar carro. Ya sabía manual, pero nunca había tocado uno automático, soy pulseador y manejando jamás he tenido un accidente.

“Yo digo que soy chofer, pero hago lo que sea, si hay que chapear, lo hago. Cuando no sé sobre algo me informo, aprendo y lo hago, no le digo que no al trabajo”.

Papá feliz

Como Gato sabe que pudo haber muerto en el 2011 disfruta cada momento y la ausencia de las dos piernas jamás lo ha hecho sentirse triste a pesar de que fue un mejenguero titular que incluso jugó con la selección de fútbol de barrio Cuba, de donde es.

“Cada Día del Padre lo celebro demasiado. Desde el accidente esas veinticuatro horas las disfruto al máximo, como si fuera mi último Día del Padre. Comprendí que uno no sabe en qué momento se le acaba la vida, por eso hay que disfrutar al máximo”.

A las 6:05 de la mañana del 19 de octubre del 2011 la vida de Alexánder Palma Solano, quien ahora tiene 40 años, cambió para siempre porque le pasaron por el cuerpo 20 mil voltios mientras trataba de instalarle Internet a una familia de Piedras Blancas de Osa, en la Zona Sur.

“Tengo muy claro que un milagro de Dios me tiene aquí, eso me alegra y me motiva. Celebro cada respiro cuando hay plata y también cuando no la hay. Cuando se ha tenido la muerte tan cerca la vida coge otro sentido, se valora más”, explica.

Después del accidente regresó a su barrio Cuba natal y conoció a Fonamín Delgado, quien es hoy su esposa y con quien tiene un pedacito de cielo que se llama Ashley Sofía, de 4 años.

La zona sur ya había conquistado a Gato, por eso en cuanto juntó unos cinquitos compró un terrenito en Ojochal de Osa, donde vive actualmente.

“Quería paz, en ocasiones los barrios del sur de San José se vuelven muy pesados, por eso nos vinimos para acá, así dejamos de alquilar, tenemos algo propio, imagínese que hasta crío pollos. Es una vida más relajada y tranquila”.

Ojochal es un sitio tranquilo muy cerca del mar, un lugar donde se respira calma.

“Eso sí, no dejo de trabajar, tengo un carrito cuatro por cuatro y cuando aparece algún flete lo hago. Soy un pulseador, ya no puedo jugar fútbol, pero estoy vivo, estoy sano y en estos tiempos de coronavirus esto es una bendición.

A las 6:05 de la mañana del 19 de octubre del 2011 la vida de Alexánder Palma Solano, quien ahora tiene 40 años, cambió para siempre porque le pasaron por el cuerpo 20 mil voltios mientras trataba de instalarle Internet a una familia de Piedras Blancas de Osa, en la Zona Sur.

“Mientras uno no pierda la vida, cada día hay que disfrutarlo al máximo. Por eso no tenga duda que este Día del Padre seré el papá más feliz del mundo”.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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