Doña Virginia Espinoza Rosales es una abuelita muy teja y lo demostró la noche del sábado, cuando festejó sus 100 años en compañía de familiares y hasta se tiró a pista a bailar algunas piezas.
Doña Virginia nació el 6 de enero de 1918 en Florida de Santa Cruz, en Guanacaste, y su infancia la vivió en las montañas de este remoto pueblo, donde su padre se ganaba la vida como agricultor y cuidando animales.
Desde niña demostró que no se arruga ante el trabajo y ayudaba a su padre a chapear los potreros, a recogermaíz, ordeñar vacas, hacer tortillas y cuajadas para alimentar a la familia.
Como vivía tan largo era poco común que los güilas asistieran a la escuela y más en esas épocas, pero aún así, doña Virginia se empeñó en aprender a leer y escribir junto a sus hermanos mayores que sí iban a caballo a las escuelas más cercanas.
Se casó con Julián Rodríguez, a quien le lleva 15 años, pero demostraron que el amor no tiene edad pues aún continúan juntos pese a tantos años y ambos están con toda la pata de salud.
Amplia descendencia
La pareja tuvo ocho hijos que actualmente están esparcidos por todo el cantón guanacasteco (Marbella, Río Seco, San Juanillo, Florida y el centro de Santa Cruz). Además ahora hay 32 nietos, 34 bisnietos y 4 tataranietos.
En general la familia Rodríguez Espinoza se mantiene muy alegre y fiel a las costumbres campesinas con las que se criaron. Son muy devotos del Santo Cristo de Esquipulas, que está de fiesta la próxima semana.
La centenaria abuela demuestra que es un roble y, pese a su edad, camina por sus propios medios, hace tortillas, barre la casa, les da de comer a las gallinas y baila a ritmo de la marimba cada vez que puede.
Eso de vivir tanto es de familia porque uno de sus hermanos cuenta ya con 102 años y es otro que no le niega al baile.