Don José Luis Calero estaba acostumbrado a tomarse 5 tacitas de café al día, pero ahora redujo su cuota a 3 por recomendación médica.
“Me gusta fuerte y con poca azúcar, afortunadamente tengo los niveles de azúcar bajos y ahora me cuido más con la cantidad de café que tomo cada día”, expresó este vecino de Curridabat.
Calero es oriundo de Puerto Cortés, en Osa, Puntarenas y recuerda que el amor por esta bebida se lo inculcó su abuela.
“Me puede faltar el agua o la sangre, pero no el café. Cuando vamos al supermercado es lo primero que busco y por mes compramos más o menos dos kilos”, comentó.
Cada mañana, don José disfruta del café con un rico gallo pinto. Después del almuerzo se toma otro vasito, eso sí recién chorreado y en la tarde le gusta acompañarlo con pan de elote o con tortillas.
"Me ha pasado que a veces salgo a hacer mandados y llega la hora del almuerzo y no hay un lugar en el que pueda comprar café. A veces he caminado hasta 500 metros para buscar alguna cafetería y por dicha la encuentro.
“Nunca se me olvida una vez que fui a San Isidro de El General, andaba buscando a una sobrina y no había dónde comprar café. Le pregunté a una señora muy linda, de 72 años y ella me invitó a su casa a tomarme la tacita de café”, comentó.
Además, si no toma café a las horas que acostumbra, se le activa su reloj biológico y le empieza el dolor de cabeza.
“Me gusta bien fuertecito y ya estoy acostumbrado a las horas en las que debo tomar café. Si en un momento no lo he logrado, comienzo a caminar como león enjaulado", manifestó.
Don José nos comentó la sensación al disfrutar de una buena taza de café.
“Es un placer enorme que me produce sentarme con mi tacita luego del almuerzo, ponerme frente al tele o leer un libro. Cuando llego al último sorbo sé que he pasado un rato delicioso, relajante, me da una sensación de paz increíble”, dijo.