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Así es trabajar a 80 metros de altura: “Quedo en manos de Dios y de dos mecates para no caerme”

Dos trabajadores que arreglan las eólicas nos dan detalles de un trabajo que no es para cualquiera

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Dos guanacastecos de la pura cepa, nacidos en Tilarán, nos demuestran que hay trabajos para los que no todos estamos hechos, ya que ellos son felices breteando a más de 80 metros de altura, solamente sostenidos por dos mecates y por Tatica Dios.

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masís Solís son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste, por eso lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita.

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masis Solís, son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste y lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita

En el caso de Mauro, el asunto es mucho más riesgoso porque también le entra a las reparaciones en las aspas y ahí sí que es él con su soledad, confiado de los dos mecates a los que está amarrado y a que una ráfaga de viento o un rayo no le vayan a complicar la jornada.

Él cumple 43 años a finales de marzo, tiene tres hijos y comenzó hace como 20 años en este tipo de trabajo tan particular, pero solo reparando las torres, fue hace cinco años que también repara las aspas.

“Me encanta lo que hago, es mi pasión. Cuando yo comencé, hace 20 años, las aspas se reparaban en el suelo, las bajaban con una grúa, pero conforme pasó el tiempo esa fórmula se volvió muy cara y se comenzó a contratar personal para colgarse de las aspas y arreglarlas. Para hacer eso hay que tener un certificado especial, no es para cualquiera.

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masis Solís, son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste y lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita

“Es que yo nunca le he tenido miedo a las alturas, de hecho, una persona que medio le tenga miedo a la altura es imposible que trabaje en esto. Hay que disfrutarlo para hacerlo porque colgarse a más de 80 metros del piso es 100% adrenalina y si no se sabe asimilar esa adrenalina, se pasa muy mal”, explicó Masís.

Antes de subirse a la torre, para después descender a las aspas, esto es lo que hace: “Le rezo a Dios porque quedo solamente en manos de él y de dos mecates para no caerme. En la billetera que ando en la bolsa de atrás del pantalón tengo una estampita de La Negrita para que también me sostenga allá arriba”.

Una parte hermosa de ese trabajo es la exclusiva vista que tiene cada vez que sube tan alto, algo que no pueden disfrutar la mayoría de los ticos. Nos explica que no pueden trabajar a esa altura más de 6 horas al día ni con una velocidad del viento viento que supere los 10 metros por segundo, pero lo peor de todo, lo que sí los hace salir como semilla de guaba son los rayos.

“Tenemos un equipo especial que mide el viento, así sabemos si se puede trabajar o no. También un equipo que nos dice a qué distancia están las tormentas eléctricas, las cuales pueden estar a 70 kilómetros de distancia, pero si comienza a moverse y esa distancia se reduce, hay que recoger todo a la carrera y bajarse… Dios guarde un rayo allá arriba, eso es peligrosísimo”, reconoció.

Una vez que comienzan a subir no hay vuelta atrás, o sea, en las próximas seis horas estarán breteando de lo lindo (a no ser que las condiciones meteorológicas lo impidan), por eso hasta deben comer en las alturas y no pueden ni siquiera pensar en hacer del 1 y mucho menos del 2. Bajarse antes de las seis horas es una gran pérdida de tiempo y de recursos, por eso abajo se hidratan bien, llevan chocolates y miel de abeja para mantener la energía.

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masis Solís, son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste y lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita

Como sí hay señal de celular a esas alturas, en ocasiones reciben o hacen llamadas y mandan mensajes.

Este tipo de trabajo necesita seguros especiales que son carísimos porque el riesgo es demasiado.

Para Mauro, un puente colgante, una montaña rusa o tirarse en bungee es un vacilón, pero si quiere verlo bien asustado acérquele una culebra, porque subirlo bien alto no le hace nada.

En este tipo de trabajo no hay Jueves o Viernes Santos libre que valga, mucho menos un 25 de diciembre o un 1º de enero, cuando se necesitan, deben salir soplados. De hecho, Masís estuvo trabajando bien duro en Navidad y Año Nuevo en México y ya tiene llamado para irse a Honduras antes de los próximos 15 días.

Sueño hecho realidad

En verdad que hay que estar hecho de otro cuero para decir lo que dice Félix: “Estar a más de 80 metros de altura y sujetado por cuerdas es un sueño hecho realidad, yo luché y estudié por lograr este trabajo, lo amo, es mi pasión”.

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masis Solís, son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste y lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita

Este otro tilaranense vive en Bijagua de Upala, tiene 29 años y estudió electromecánica por tres años en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA). Luchó durante un año por su bretecito, todos los días llamaba y siempre le decían que todavía no había nada, pero no aflojó hasta que hubo un campo.

Félix nos cuenta que para llegar a la pura punta de las eólicas se dura como 10 minutos por las escaleras, algunas tienen elevador, otras no y entonces el asunto es duro porque deben subir escalón por escalón con todo el equipo y las máquinas que necesitan para los arreglos y, como dicen los abuelos, en camino largo hasta la lengua pesa.

“Lo mío es más que todo a lo interno de las turbinas, sí hay que salir algunas veces, pero muy poco y bien protegido. Salir es otro mundo, muy peligroso, pero precioso. Uno disfruta la vista montones y disfruta ese especial silencio que hay a 80 metros de altura, algo que pocos pueden hacer.

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masis Solís, son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste y lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita

“Uno depende de dos mecates, uno para subir y bajar y el otro que se llama línea de vida, que te sostiene si falla el primero, por eso se llama así, porque ese es el que realmente te salva la vida y es de un material especial que aguanta bastante el fuego”, explicó Cabezas.

¿Fuego? Exactamente. Justo cuando llegamos al tema de los mecates que aguantan fuego a ambos les recordamos una muy famosa foto que se llama “El último abrazo”, la cual es de dos ingenieros holandeses, en el 2013, que estaban arreglando una torre eólica, justo como lo que hacen los dos tilaranenses, y la turbina se incendió, uno se tiró desde arriba y falleció al caer y el otro prefirió quedarse y murió quemado.

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masis Solís, son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste y lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita

“Esa foto sí que remueve sentimientos porque uno puede imaginar lo que esos dos ingenieros estaban pensando en esos momentos. Como uno ha estado arriba, lo entiende. Lo importante de esa foto es evitar que eso se repita y por eso se reciben cursos de refrescamiento y nuevos conocimientos constantemente.

“¿Sabe qué pasa mucho en este tipo de trabajo? Que uno se confía y la confianza a 80 metros de altura es una enemiga peligrosísima. Es imposible relajarse, confiarse, creer que como se tiene experiencia nada pasará. Hay que usar todos los equipos de seguridad siempre y revisar dos y hasta tres veces, siempre”, asegura Félix.

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masis Solís, son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste y lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita

No hablamos con ellos al mismo tiempo, pero parecía que estaban juntos porque coincidieron: “Para este tipo de trabajo se puede decir que se deben tener unas cuantas gotas de locura, eso no se puede negar, porque incluso nuestras familias y amigos nos lo dicen, que debemos estar locos para que nos guste”.

Hubo otra respuesta en la que parecían hermaniticos, fue cuando les preguntamos si se veían en algún momento de sus vidas encorbatados en una oficina, trabajando de 8 de la mañana a 5 de la tarde: “¡Jamás!”, respondieron ambos.

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masis Solís, son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste y lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita

De pura casualidad, Cabezas también le tiene horror a las culebras y en una ocasión encontró una muerta en la parte alta de una de las torres y casi se devuelve. “Es algo extraño, uno allá arriba se siente seguro y feliz, siempre de la mano de Dios claro, pero abajo el miedo es una bendita culebra. La gente piensa que por el trabajo que hacemos no le tenemos miedo a nada, qué va, el miedo siempre es bueno en lo que hacemos, nos ayuda a evitar el exceso de confianza”, concluyó.

Félix es trabajador directo de Coopeguanacaste y Mauro es un empleado externo en el Parque Eólico Río Naranjo, que es parte de la maquinaria de generación de energía a través de fuentes limpias de esa cooperativa, la cual es parte del Consorcio Nacional de Empresas de Electrificación de Costa Rica (Conelectricas).

Félix Cabezas Ordoñez y Mauro Masis Solís, son técnicos que reparan y les dan mantenimiento a las torres eólicas propiedad de Coopeguanacaste y lo suyo es encaramarse hasta el puro cucurucho de esas torres cada vez que se necesita

La energía que generan las cooperativas en las zonas rurales es 100% renovable a través del viento, agua y sol, contribuyendo así a que Costa Rica sea un país con más del 99% de producción de electricidad con fuentes renovables.

muy famosa foto que se llama “El último abrazo”, la cual es de dos ingenieros holandeses, en el 2013, que estaban arreglando una torre eólica, justo como lo que hacen los dos tilaranenses, y la turbina se incendió, uno de los dos holandeses se tiró desde arriba y falleció al caer y el otro prefirió quedarse y falleció calcinado por el fuego
Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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