Nacional

Brumoso se bailó a la muerte al ritmo de zumba

Un tremendo accidente hace 17 años permitió que dos milagros sigan disfrutando de la vida

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Cuando el despertador le sonó a eso de las 4:30 de la mañana del viernes 23 de noviembre del 2001, Douglas Brenes Valverde, no tuvo ni la menor idea o sensación en su pecho, de que ese día su vida cambiaría por siempre y para siempre, mucho menos que su vida, por un par de instantes, se convirtió en muerte.

Nació en 1979, es Cartago por los cuatro costados y desde muy carajillo se enamoró de los ejercicios, pero fue a los 17 años que realmente se metió en ese mundo de la cultura física, sobre todo en los aeróbicos, ejercicio del que se enamoró a primera vista.

Cinco años después de aquel inicio, Douglas era ya todo un instructor de aeróbicos y zumba porque cuando se juntan pasión y corazón, generalmente todo sale muy bien. Daba clases por aquí y por allá, de hecho, llegó un momento en que se dio cuenta que podía vivir de su pasión y entonces se entregó en cuerpo y alma a los aeróbicos, a ser instructor y llevar salud a donde lo invitaran.

Ese 23 de noviembre apagó el despertador y se levantó sin pensarlo mucho porque tenía que dar una clase de aeróbicos a unas señoras en La Sabana. Era el 2001, todavía en Tiquicia los aeróbicos no habían explotado tanto como ahora, entonces el asunto en La Sabana era acomodarse en cualquier lado, el que primero llegaba, agarraba campo.

Por más rápido que se alistó Douglas, siempre le cogió tardillo, por eso, estaba algo estresado cuando iba en el bus de Cartago - San José, el tiempo le ganaba, tenía que estar a las 7:30 en punto de la mañana dando la clase y se bajó de la terminal brumosa en San José al filo de las siete; ya no le daba tiempo de agarrar el bus de Sabana-Estadio, por eso paró un taxi.

La mente del instructor de aeróbicos estaba puesta en el reloj, sentía que no llegaba, que iba a dejar a las señoras esperando y eso lo tenía muy acongojado y para peores, llegó a San José centro en la puritica hora pico, así que las calles estaban taqueadas de carros.

“Me sentía estresado por la hora y por las presas, pensaba que no me iba a dar ni tiempo para calentar, por eso me alegré cuando ya iba por barrio Don Bosco, yo sí me di cuenta de que iba por ahí porque estaba muy pendiente del camino y la hora; la última vez que vi el reloj eran las 7:15 de la mañana en punto, es lo último que recuerdo antes del accidente”, contó Douglas.

Exactamente a las 7:15 a.m., cuando el taxi placa SJP 1463, que era conducido por don Rodrigo Solís Durán, iba por la avenida cuarta del barrio Don Bosco y mientras esperaba una luz verde para continuar su ruta, una buseta sin frenos de Heredia, de esas rojo y amarillo, los pegó por detrás con gran fuerza. Adelante del taxi estaba un camión de la empresa Gas Zeta y la potencia del leñazo fue tanta que metió al taxi debajo del camión y lo dejó como un acordeón.

“Perdí el conocimiento con el golpe y me despertó el celular que sonaba y sonaba, no sabía lo que estaba pasando, pero pensaba que debía contestar rápido el teléfono para decirle a las señoras que ya casi les llegaba, yo creía que era asunto de que me sacaran del taxi y listo, hasta pensé en que me podía, por la distancia, ir corriendo hasta La Sabana, por eso ocupaba que me sacaran del taxi.

“Comencé a sentir un gran dolor en mi brazo derecho, pero no tenía ni idea de lo que pasaba, recuerdo que sentía como un montón de agua debajo de mí, eso pensé yo que era, agua. Estuve consciente todo el tiempo, incluso cuando llegó la ambulancia; sin embargo, no tenía idea de lo que realmente me había pasado. Me sentí algo extraño, como que mi cuerpo no era el mismo cuando me subieron a la camilla, pero igual no entendí nada”, recordó el instructor.

Douglas fue ingresado de emergencia, al igual que don Rodrigo (leer nota aparte), al Hospital San Juan de Dios. Inmediatamente lo pasaron a cirugía porque su caso era muy grave y estaba en peligro su vida.

“El accidente fue viernes en la mañana, por la noche de ese mismo día me desperté e hice lo que todo el mundo hace cuando se despierta: estiré los brazos… ahí se me acabó el mundo. Cuando yo estiro mis brazos y veo que no tengo mi brazo derecho comencé a llorar y a pegar gritos, fue algo demasiado fuerte, tanto así que me tuvieron que dormir porque no logré soportar en ese momento mi realidad", recordó Brenes.

El choque de la buseta de Heredia le provocó a Douglas la amputación instantánea de su brazo derecho. El agua que sentía debajo en el accidente eran los chorros de la sangre que él y don Rodrigo derramaban por las heridas porque a don Rodri también le fue fatal, de hecho, ambos sintieron la muerte de cerquita.

“Los primeros meses sin mi brazo sentí que el mundo se había acabado, entré en una profunda depresión, creía que ya no tenía ni sentido vivir, fue muy duro, incluso hasta sentí que me quería morir; sin embargo, me agarré de Dios y con él por delante, mis papás (don Saúl Brenes y doña Rosario Valverde), así como mi hermano (Allan Brenes), pude ir paso a paso saliendo adelante, recuperándome física y mentalmente. Fue muy duro, pero nunca estuve solo”, comentó.

Después de más de seis meses de ir y venir a terapias, rehabilitaciones y citas médicas, Douglas regresó a los aeróbicos, sin su brazo derecho, pero con más fuerzas que nunca. En la Universidad de Costa Rica, recuerda, le hicieron una actividad para demostrarle que debía siempre agradecerle a Dios la vida, él fue el invitado sorpresa, eso le llenó el corazón y el alma, además, lo hizo fijarse una meta: el regreso como instructor.

Desde el 2002 se hizo nuevamente instructor de aeróbicos, le pone bonito a la zumba y le encanta ayudar a las demás personas a que ganen salud, salgan del estrés y se diviertan a puro movimiento de cadera, piernas, brazos y corazón. Ya no se detuvo nunca y hasta el día de hoy se le puede encontrar en Cartago o cualquier parte del país, dando clases con un positivismo extremo.

“Soy un milagro de Dios, yo tuve que haber muerto en ese accidente, pero Dios no me dejó, eso me hizo entender que debo disfrutar cada instante de mi vida, ayudar en lo más que pueda al prójimo y andar feliz siempre, por eso, me encanta ser instructor de aeróbicos, me permite una alegría todo el día. Desde el 2001 aprendí que los problemas son todos pasajeros, que nada me debe hacer perder la tranquilidad… ¡Vivo feliz ¡ ¡Vivo bailando!

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