En el barrio San José de Alajuela, un muchacho soñador empezó a enamorarse de la música sin imaginar que, años después, su voz recorrería los océanos del mundo.
Mario Alberto Saborío Madrigal, de 49 años, es hoy uno de los pocos costarricenses que ha hecho carrera como cantante en cruceros internacionales.
Desde el 2005, su escenario ha sido el mar: primero el Adventure of the Seas, y ahora el majestuoso Utopía of the Seas, uno de los barcos más grandes del planeta.
“Nunca me sentí una estrella, solo un trabajador de la música”, dice con la sencillez de quien ha cantado frente a miles, pero sigue sintiéndose el mismo maicero orgulloso de Alajuela.
Del grupo Bakará al mar sin fronteras
Su historia comenzó en los noventa con el grupo Bakará, en Alajuela. Luego cantó con La Mafia y La Gente, hasta que decidió lanzarse como solista en el 2000. Fue pionero en cantar con pistas en vivo, recorriendo bares y eventos de todo el país, hasta que la vida le dio el giro más inesperado: una llamada desde Golfito.
“Me contactó un señor Raúl Callejas, que trabajaba en cruceros. Me ofreció cantar en un barco y, aunque no hablaba inglés, dije que sí. Entre miedo y valentía, me lancé”, recuerda.
Ese salto al vacío lo llevó a Puerto Rico y a su primer contrato con Royal Caribbean. Desde entonces, ha recorrido mares, puertos y países, viviendo de su voz y de su versatilidad, algo que, según él, caracteriza a los artistas costarricenses.
“En Costa Rica aprendí a cantar de todo: baladas, cumbia, reguetón, merengue. Eso me dio la cancha suficiente, porque en los cruceros te piden de todo. Llegué bien fogueado la verdad”, cuenta.
Costarricense en los mares del mundo
Mario ha sido parte de la inauguración de barcos como el Wonder of the Seas, el Icon of the Seas y ahora el Utopía of the Seas, joyas flotantes de la Royal Caribbean.
Ha compartido experiencias de vida con figuras como Eddy Herrera y Roberto Torres, quienes no solo lo felicitaron por su talento, sino también por llevar con orgullo la bandera tica.
Durante el día disfruta del mar y de los destinos paradisíacos que visita, y por las noches sube al escenario para encender el ambiente latino.
“La gente llega feliz, lista para disfrutar. Es una energía que se contagia, y uno canta con el alma”, dice.
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A pesar de la vida de lujo que lo rodea, Mario se mantiene sencillo.
“He comido langosta en un crucero y pollo frito de bombillo en una acera de Alajuela, y me sabe igual de bien. La mejor comida del mundo para mí sigue siendo café con leche y pan con mantequilla”.
Voz llena de fe y humildad
El cantante pasa cerca de diez meses al año en alta mar y solo dos en Costa Rica, donde vive en Alajuela. Cuando puede, se escapa a su Puntarenas querida, su playa favorita del mundo.
“Conozco playas hermosísimas en diferentes partes del planeta, pero ninguna supera Puntarenas”, dice con orgullo.
Su vida no ha sido solo luces y aplausos. Durante la pandemia estuvo encerrado en el Harmony of the Seas y fue repatriado el 18 de mayo del 2020, en plena crisis sanitaria. “Fue durísimo, pero Royal Caribbean se portó excelente. Gracias a Dios, todo salió bien.”
Hoy celebra veinte años de carrera en alta mar, libre de alcohol (lo dejó hace 5 años) y cigarro (hace 8 años), agradecido por la segunda oportunidad que la vida le dio.
“Dios me sacó del alcohol hace cinco años, y desde entonces canto más feliz. Vivo un día a la vez, y lo que venga, lo agradezco.”
Corazón tico entre olas
A bordo, Mario no olvida sus raíces. Toma café tico que manda a traer por Amazon. Tiene en un crucero más de 20 lugares donde tomar café, pero prefiere el de Costa Rica y chorreado por él mismo; escucha noticias de su país y sigue fiel a su amada Liga Deportiva Alajuelense.
“Cuando me oyen hablar, saben que soy tico. No he perdido mi forma de hablar ni mi orgullo de serlo”.
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Ha cantado en Europa, América y el Caribe. Conoce Roma, Nápoles, Barcelona, Mallorca y hasta el Vaticano, entre otras muchísimas ciudades, pero siempre termina volviendo a Costa Rica, donde empezó todo: un niño con sueños, una guitarra y un corazón que ahora canta sobre las olas.
“Soy un cantante tico que canta en altamar, pero con los pies bien puestos en la tierra”, dice con una sonrisa que se escucha incluso a través del ruido del océano.





