La costurera doña Sión María Cascante Monge, vecina de Aserrí, lleva medio siglo creando con sus manos lo que para muchos es simple ropa, pero que para ella es puro arte.
A sus 67 años, esta mujer que ama la Navidad y la vida sencilla, confiesa que, aunque de niña soñó con ser actriz, fue la costura la que le regaló el escenario donde siempre brilla.
Desde los 11 años comenzó a trabajar cuidando chiquitos, sin imaginar que su destino estaría entre hilos y telas.
A los 16, con permiso del Patronato Nacional de la Infancia, entró a laborar en la fábrica Mil Colores, en barrio Cuba. No sabía nada de máquinas de coser, pero su talento natural y su perseverancia la convirtieron pronto en una operaria destacada.
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Después de pasar por la fábrica Langer, decidió a los 40 años volar por su cuenta.
“No tenía máquina y la tuve que comprar a pagos, pero fue la mejor decisión de mi vida”, cuenta con orgullo.
Arte que nunca se apagó
Sión recuerda que su gran sueño era ser actriz de teatro. Sin embargo, a una muchacha de su tiempo le decían que eso “era de vagos”. Aun así, el arte encontró su camino.
“Creo que el arte siguió en mis venas porque la costura también es arte. Soy costurera visual. No tengo estudios, lo que veo lo hago, sin moldes, solo con la vista, el arte en su máxima expresión y el corazón”, asegura.
De sus manos han salido vestidos, pantalones, pijamas y trajes de todas las tallas. Su casa, que ella llama su “palacio”, se levantó gracias al trabajo con la aguja.
“Dios primero, pero después la costura. De la máquina y mi arte salió mi casa, la comida y la educación de mis hijos”, cuenta emocionada.
Sión enviudó hace 17 años, tiene tres hijos y una nietita llamada Nahomy, quien es su alegría más grande.
“Nunca me ha faltado la comidita. Las costureras no somos millonarias, pero siempre hay trabajo y por eso no me quejo de la vida”, dice con esa sonrisa de mujer que sabe lo que es luchar.
Navidad se cose con amor
Cada diciembre, su taller se llena de colores, telas y encargos. Son 50 navidades cosiendo con la misma ilusión del primer día.
“Es muy lindo cuando me piden las pijamitas o la ropita para los estrenos. Todo lo hago con cariño. Yo trato muy bien a la gente, saco tiempo para cada cliente, porque el tiempo se gana atendiendo bien a las personas”, afirma.
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Asegura que la época navideña es la más linda del año.
“La Navidad es lo máximo. Me gusta hacer ropa con diseños navideños. Si alguien necesita que le atienda a las nueve de la noche, lo hago, porque me gusta acomodarme al cliente”, comenta.
Sió,n incluso, llegó a poner una pañalera nocturna cuando regresó a Aserrí hace 20 años, solo para atraer clientela.
“Cosía de día y vendía pañales de noche. A los tres meses ya tenía mis clientes fieles y cerré la pañalera, porque mi verdadera pasión es la costura”, recuerda entre risas.
Aguja que da vida
Aunque ya no fabrica tantas prendas nuevas, se especializa en arreglos y transformaciones.
“La gente compra la ropa grande y yo se la dejo perfecta. Soy profesional en arreglos: ruedos, ajustes, todo lo que se necesite”, explica.
Enero también es un mes fuerte, cuando llegan los uniformes escolares.
“Ahí me pongo con los ruedos y las faldas. Siempre hay trabajo, gracias a Dios.”
La vida le ha enseñado que el arte no solo está en un escenario.
“Yo me siento muy inteligente, aunque no tenga títulos. Tengo la autoestima muy alta, me la creo. Saqué adelante a mis tres hijos y tengo un hijo en Suiza gracias a que pudo estudiar idiomas con el esfuerzo de esta máquina de coser”, dice orgullosa.
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Para Sión, la costura es más que un oficio: es su forma de vivir.
“La costura me da vida, dinero, comida y sentido. Si apago la máquina, me muero. Mi máquina no me habla, pero ha sido mi gran compañera, fiel como nadie.”
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Y antes de despedirse, lanza su invitación con una sonrisa de artista: “Si alguien quiere hacerse las pijamas navideñas, que me llamen. Aquí los atiendo con cariño, arte y pasión a cualquier hora”. Teléfono: 8453-1744.




