Por esas vueltas que da la vida, a Ana Coralia Fernández se le presentó la oportunidad de dedicarse a la cuentería en el 2001 y dejar a un lado el periodismo.

De ese día a la fecha ya han pasado 19 años y ella asegura que la elección fue la mejor, pues gracias a los cuentos ha ido más lejos de lo que se podía imaginar.

"En ese año dejé de trabajar para la prensa escrita y comencé a trabajar en una editorial, promoviendo la lectura y curiosamente en ese momento se necesitaba a un narrador oral.

“Empecé a contar cuentos como creía que se debían contar y al tiempo, Juan Madrigal se interesó en mi trabajo. A partir de ese momento comencé a escribir historias, visitar escuelas del país y países como España, México, Guatemala y Venezuela”, manifestó.

El año pasado, Ana Coralia recibió el reconocimiento Gran Encantadora 2019, en el Festival Internacional de Cuentería Entre Cuentos y Flores, que se realizó en Colombia del 3 al 11 de agosto. Este es un reconocimiento que además de reforzar su trabajo, le reconoció su calidad humana.

Vida de libertad

Ana Coralia reconoció que la vida de un cuentero es de plena libertad, en el sentido de que no tiene un jefe, ni un horario, pero reconoció que se debe tener cuidado con esa libertad.

“No podemos hacer lo que nos da la gana con la palabra, tenemos un compromiso de una libertad más justa, el cuentero es una persona que recopila historias y las transmite”, manifestó.

Esta vecina de Coronado dice que su trabajo se lo toma con mucha seriedad y reconoció que para ella es más difícil contar la historia que escribirla.

“Escribir el cuento es como cuando se hace la obra gris de una casa. El cuento escrito pasa por toda la estructura literaria, en cambio, cuando debemos darle vida tenemos que respaldarnos en la emoción, en los puntos de encuentro que se puedan establecer con el público, porque hay que saber dirigirse a todos los públicos”, afirmó.

La cuentera ha escrito 5 libros y ha acumulado decenas de historias en sus presentaciones, una de las cuales recuerda con mucho cariño.

"Un vez fui al Instituto Helen Keller, que ayuda a personas no videntes. Esa vez, la encargada me dijo que no tenía que hacer nada en especial, pues la audiencia no me podía ver y me propuse ensayar con los ojos cerrados, para acercarme al público que me escucharía.

“Conté una hermosa historia de una mujer cuando conoció el mar. Al finalizar, uno de los asistentes se levantó y me dijo: ‘Vieras que yo nunca he visto el mar, pero hoy gracias a su cuento, sé como es’”, comentó.

Fernández destacó la importancia de mantener los cuentos vivos, para alejar a la sociedad de la tecnología, que más que hacernos humanos, nos hace parecer robots.

“No me detengo a pensar que los cuentos pasan de moda, pero sí creo que hay un reto muy grande y es el de darle a las palabras el poder que tienen. Hay que volver a usar la palabra en la mesa, con las abuelas, rescatar esa capacidad de comunicarnos", finalizó.