“No fueron muchos días, como tres o cuatro en que se nos desbordó el hospital. Nuestro hospital es como decir el México o el San Juan de Dios y se llegó el momento de no poder recibir pacientes… me tocó tener que elegir a quién conectábamos a un respirador y a quién no. Tener que elegir entre quién vive y quién no te marca para toda la vida”, cuenta el doctor tico Mario Dalorzo González, quien luchó contra el coronavirus en España, uno de los países más golpeados por el virus.
Sin saber todavía cómo explicar lo que vivió entre marzo y abril, meses en que el COVID-19 azotó a España sin piedad, el doctor nos atendió muy amablemente vía WhatsApp, desde España, donde trabaja.
“No se termina de creer lo que se vivió en tan pocos días. Nunca me había tocado en mi vida el tener que escoger pacientes.
“Nadie te prepara en la vida para una orden superior que impide que abuelitos de 70 años sean recibidos, no hay un curso universitario ni experiencia vivida que te aliste para esos momentos tan duros, porque uno sabía que ese abuelito al que se le negaba el ingreso, posiblemente, iba a morir”, recordó Dalorzo.
Nicoyano puro
Por dicha, reconoce el médico, fueron pocos días, ya que los hospitales españoles de Madrid poco a poco fueron habilitando camas para recibir pacientes y el hospital del tico se desahogó, lo que les permitió subir la edad de ingreso a abuelitos de 75 años.
El doc es especialista en Cuidados Intensivos. Nació en Nicoya, en donde pasó su niñez, también visitando Orotina, fue un mejenguero de todos los días y un goleador puro. Tiene 37 años. Se graduó de médico en Cuba, en la Escuela Latinoamericana de Medicina en La Habana, en el 2006.
Volvió al país en el 2007 y en el 2010 se especializó en el Hospital Gregorio Marañón, en Madrid. Se graduó en 2017 y de una vez los españoles lo dejaron trabajando.
En España actualmente se registran 26.920 muertos y 228.030 contagiados de Covid-19, eso significa que desde marzo a hoy han fallecido en promedio 366 personas por día.
Adiós a las vacaciones
Como cada dos años Mario vuelve a Tiquicia, tardo ese tiempo planeando sus vacaciones entre Orotina y Guanacaste, de donde es su familia, estaba tirándosela rico entre mangos y aguacates porque le encantan, cuando el 11 de marzo recibió una llamada que le cambió todo.
Lo llamaron de uno de los hospitales donde trabaja en España para decirle que debía urgentemente suspender las vacaciones e irse porque el coronavirus estaba matando cientos de personas por día y les urgía tenerlo.
No niega que sí le dio miedo volver a España, sobre todo porque los compas de allá le estaban contando la realidad absoluta de lo que estaban viviendo.
“Tenía miedo y ganas de volver, no me habría podido quedar de brazos cruzados, estaban casi cerrando fronteras y me urgía regresar por mis compañeros, jamás me hubiese permitido dejarlos solos”, reconoció.
Zona de guerra
“Una cosa es que te cuenten y otra ya estar en el lugar. Doctores amigos de Italia me contaban también, pero ni eso te prepara. Me encontré a Madrid y a Toledo como desiertos, las calles vacías, aeropuertos, buses, todo vacío. La gente con mascarillas y guantes. Ver a Madrid vacía es una sensación muy extraña.
“Me encontré un país con miedo, todo el mundo tenía miedo. El día que comencé a trabajar recibí en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de mi hospital de Madrid a tres pacientes, pero esa noche hubo como una explosión de complicaciones e ingresaron 10 más y ya no paró, eran muchos pacientes por día, de golpe, todos graves, muy graves”, recordó.
Trabaja en los Hospitales Universitarios de Quirónsalud, en Madrid, y en Toledo en el Complejo Hospitalario Toledo. Comenzó haciendo turnos de 12 horas, pero aumentó a turnos de 24 y hasta 36 horas seguidas.
Reconoce que sí lo afectó tanta muerte, por eso al principio tuvo pesadillas y se despertaba mucho cuando dormía. Acepta que temió contagiarse, pero tanto trabajo lo hizo perder el miedo, eso sí, el respeto al coronavirus siempre lo tiene.