El director de Bomberos, Héctor Chaves, puede dormir tranquilo, igual que todos los que aman la cultura y luchan por proteger el Teatro Nacional.
Ya no se necesita el préstamo de $31 millones para evitar que un incendio destruya esa parte de nuestra historia. No importa que el edificio, fundado en 1897, tenga un sistema eléctrico malo y sobrecargado, ni que su cableado este lejos de cumplir con el Código Eléctrico.
Eduardo Cruickshank, de Restauración Nacional, con su lengua protegió el Teatro.
"Como el poder de la vida y la muerte está en la lengua, yo declaro que el Teatro no se va a quemar, como sí se quemó el teatro nacional de los limonenses, el Black Satar Line, el Liberty Hall".
Estamos salvados con la lengua de este señor que se opone el préstamo aprobado en primer debate el martes con 33 votos. Sin embargo, para que sea realidad, el segundo debate necesita que 38 diputados lo acuerpen.
Pero si con su lengua Cruicksahank la sacó del estadio, su compañero de bancada, Melvin Núñez, no se queda atrás.
"Y si se quema, bueno, diay, hay que revisar, hay que hacer la investigación", dijo Núñez.
En este rídiculo los hermanos de Restauración no son egoistas y evangelizarona a María Inés Solís, del PUSC, para quien cuidar nuestra más importante obra arquitectónica es como "si alguien que viviera en una casa humilde, de madera, con el sistema eléctrico malo, sacara un préstama para hacer una piscina, un rancho, un jacuzzi. Con suerte, le hago un sauna".
¡Qué lengua!