Estudiante de Ingeniería: “A punta de coger café pago mis estudios”

Puriscaleña sabe que antes de las aulas debe pasar por el cafetal por unas seis cajuelas diarias

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“¿Entonces para qué estudia si tiene que andar cogiendo café?” “¿No le da vergüenza estudiar Ingeniería Animal y poner fotos en el cafetal” “¿Le está yendo tan mal estudiando que tiene que coger café?”. Esas son algunas de las preguntas que todos los días le hacen a Yanory Salazar Arce, una puriscaleña que se siente muy orgullosa de coger café.

“A punta de coger café pago mis estudios. Para mí es un orgullo venir al cafetal, además, es una bendición porque con la platica de las cogidas de café logro comprarme los cuadernos y libros para continuar preparándome”, comentó la estudiante.

Ella estudia Ingeniería en Sistemas de Producción Animal en la Universidad Técnica Nacional (UTN) de Atenas. Ya tiene el diplomado y va por el bachillerato, de hecho, ahora en diciembre vivirá su primera graduación, pero antes de ir a clases tiene que coger unas seis cajuelas de café diarias porque tiene muy claros sus objetivos.

“Con esta crisis del coronavirus se me ha puesto cuesta arriba el pago de matrícula y las materias, pero no aflojo. Siempre he trabajado para pagarme los estudios.

“En el colegio vendía pan, algo que también hice entrando a la universidad, incluso, hacía rifas, pero con la pandemia la venta de pan se cayó y bueno, todo se fue al suelo, por eso ni lo pensé dos veces para meterme al cafetal, ahí está la plata esperando que yo me la gane”, explicó la estudiante.

Es de la Floralia de San Rafael de Puriscal, por eso le sabe el toque a las cogidas de café. Reconoce que los aguaceros provocados por los huracanes Eta y Iota se perdió una buena parte de la cosecha al caerse y otra que no se maduró a tiempo, lo que complica la cogida.

La empunchada estudiante está poniéndole bonito en una finca de San Juan de Puriscal.

“Vieras que soy rapidilla cogiendo café, soy de concentrarme mucho y darle con todo sin perder el tiempo. Comienza uno en la madrugada y se para a eso de las tres de la tarde.

“Están pagando la cajuela a 1.250 colones y bueno, alguito de plata al día hago para ahorrarla y así poder cumplir mis metas”, dice esta estudiante que estará entre cafetales todo diciembre, solo faltará el día de la graduación del diplomado y después, a seguir pulseándola.

Desde que comenzó la pandemia está en clases virtuales, algo que se le ha complicado porque algunos días se le acaban los datos y se queda ciega con el Internet, pero no afloja. Coge café en las mañanas y a las seis de la tarde ya está sentada frente a la compu para recibir sus lecciones.

Solo los sábados no puede coger café porque las clases son en la mañana y descansa del café el domingo, solo del café, porque como el papá tiene un terrenito ese día va a trabajarlo.

“Mi abuelo, Alcides Salazar, me llevaba a trabajar con él desde pequeñita, por eso el campo lo conozco desde siempre, el ganado, los cerdos, gallinas, cafetales, en fin, todo lo que tenga que ver con la agricultura”, recordó.

Sobre su graduación de diplomado explica que está superfeliz porque para lograr el título tuvo que realizar la práctica profesional y lo hizo en una granja de chanchitos en Puris, estuvo en el área de maternidad porcina y aprendió demasiado, eso le confirmó que está estudiando lo que ama y en lo que espera trabajar toda su vida.

“Con más ganas voy ahora a coger café, sé que cada cajuela es un paso en mis objetivos. La gente se queja de que no tiene dinero o que no hay trabajo, pero ahí está, el café se pierde en las fincas porque no alcanzan las manos para cogerlo. Me cuenta la gente de la zona de Los Santos que se les está perdiendo la cosecha…hay mucha vagancia”, aseguró la empunchada joven.