Nacional

Exindigente asegura que tanta ayuda de organizaciones está formando vagabundos

Dice que si les regalan comida, ropa, tienen donde bañarse y hacerse la barba, ¿para qué van a trabajar?

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Jaime Acevedo durante quince años cuidó carros, consumió droga, comió gratis y hasta durmió en algunos cuartos sin tener que pagar nada.

Bajo esas circunstancias, Acevedo no tenía ningún motivo para recuperarse, para buscar un brete, para reformarse. Lo que se ganaba, se lo fumaba y con la comida, cobija y ropa que le regalaban no sufría necesidades.

Muchas organizaciones en Costa Rica han caído en un círculo vicioso donde, con toda la buena fe del mundo, recogen provisiones para los indigentes sin percatarse de que están criando vagabundos en el mejor de los casos y delincuentes en el peor.

Acevedo estaba en el primer grupo, siendo un hombre capaz de buscar un trabajito para ganarse la vida, pero todo se lo regalaban.

“Uno olvida la vergüenza para solventar la hambruna que a uno le da después de cada fumada. Una vez me encontré $600 (más de ¢300 mil en la actualidad) y me los consumí en dos días. No me compré comida, ni un pantalón, ni nada más que droga porque todo me lo regalaban”, expresó.

De esa situación se percató el Club de Paz, fundado por Juan José Vargas y entonces variaron las reglas para dar ayuda. No le niegan a nadie comida ni arroz, pero el que quiere ropa y hospedaje debe dar algo a cambio, integrarse a las charlas para recuperarse.

Acevedo, de 44 años, es uno de 39 muchachos que están bajo ese programa pero, antes de eso, debió convencerse y tomar la decisión de dejar la calle. Sin ese convencimiento no hubiera dado el paso. Aún está en el proceso, en peligro de caer en tentaciones, al punto de estar pagando un castigo por algún error que cometió al momento de la entrevista. O sea, no es fácil.

Vargas, fundador del Club de Paz, explicó que dar comida, ropa y cobija a los indigentes es una acción que es buena, pero no es correcta porque se fomenta el facilismo, que es la tendencia a lograr algo sin mucho esfuerzo.

Su fundación ha optado por trabajar diferente. No le niegan la comida a nadie, ni el baño, pero al que quiere una habitación y cambio de ropa de forma constante, debe ir a las charlas de alcohólicos anónimos y de narcóticos anónimos para que inicien la recuperación.

Vargas afirma que en San José deben haber unos 1.800 indigentes y en Costa Rica 5 mil. De esos, 39 están en el programa, pero apenas lleva seis meses con ese proyecto. El Club de Paz; sin embargo, tiene más de 30 años.

“Una vez vine al comedor y vi ese montón de gente almorzando, 120 y se cambiaban de ropa y yo preguntaba, ¿usted es indigente y usted y usted? Todos decían que sí”, dijo Vargas.

Fue cuando Juan José se comenzó a cuestionar la labor de la fundación y decidió ejercer algún tipo de control.

“Creo que darle un almuerzo, una monedita a la gente que lo necesita es bueno, pero no es correcto, estamos cayendo en un asistencialismo que condena a la gente a un pozo más profundo y creamos una nueva adicción. Les damos todo regalado y ellos no dan ni el mínimo esfuerzo”, añadió.

El indigente que no quiera la capacitación puede seguir yendo a almorzar y a bañarse, pero hasta ahí. El Club de Paz no da habitación ni ropa a personas que no vayan a las reuniones de recuperación.

“Una vez le pregunté a la gente, ¿qué hacen si esto cierra, sino les damos más almuerzos?"

La respuesta lo asombró y lo preocupó. "No pasa nada, dijeron, vamos a almorzar a otro lado, hay 17 lugares. Podemos desayunar hasta tres veces”, contó Vargas que le respondieron los indigentes.

La gota que derramó el vaso fue cuando dos indigentes murieron de hipotermia por un frente frío que atacó al país en enero de este año, Vargas investigó y asegura que eso no fue así.

"Murieron de un síndrome de que se tiene que meter un mechazo (trago) porque la goma que tenían era terrible. Al día siguiente tenían bolsas de ropa que vendieron".

Juan José Vargas dio algunos bolados de cómo es la mejor de echarle una manita a los indigentes.

  • No vaya solo
  • Dele un refresco y galletas
  • Analice su historia por al menos tres semanas hablando con él cuando vaya. Solo dele fresco y galletas.
  • Escúchelo, pregúntele el nombre, edad, por qué anda en la calle, qué pasó con su familia
  • Cuando tenga más confianza pregúntele si quiere recibir ayuda, internarse.
  • Háblale de la importancia de ir a grupos como Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos
  • Llevarlo, cuando él esté listo, a las charlas y comprometerse ambos a asistir.
  • Más información al 2257-7910 
Franklin Arroyo

Franklin Arroyo

Periodista egresado de la Universidad Federada. Integra el equipo de Nuestro Tema de La Teja. Trabajó en el Periódico Al Día, corresponsal del diaro Marca para Centroamérica y editor de la revista TYT del Grupo Eka.

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