Andreas Cordero Ramírez nació con el ritmo del Caribe en la sangre y con la palabra afilada como machete de jornalero.
Fue periodista durante más de 20 años, incluso en este mismo periódico, La Teja, y la vida la llevó de las cámaras y micrófonos, ¡al cacao y a la inclusión total!
Esta valiente mujer, de 39 años y nativa de Hone Creek, en Talamanca, le dio un giro de 180 grados a su vida luego de enfrentar la pérdida de un embarazo y una fuerte cirugía que casi le cuesta la vida.
“Eso me desconectó del mundo entero, me sentí rota, pero ahí fue donde Dios me habló al corazón”, cuenta con la voz firme y dulce como su chocolate.
Volvió a sus raíces
Después de años trabajando en medios como La Teja, Informe 11, el desaparecido periódico Al Día, Radio Vox FM y Radio Puntarenas, en el 2016 decidió que ya era hora de volver a su querido Talamanca. Cerró su tienda de ropa en San José y se devolvió a Hone Creek para estar cerca de su familia.
“Eran siete horas en bus para poder verlos, ya no podía seguir así”, dice Andreas, quien también fue la fundadora de Actualidad Talamanqueña, el primer periódico local del cantón, aunque duró solo tres años por el avance de la tecnología.
En medio de su duelo, un primo le ofreció una hectárea de tierra. Era una finca abandonada por más de 60 años. Ahí fue donde renació.
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“Era monte puro, empecé con machete en mano, limpiando poquito a poco, sembré cacao y árboles frutales. Eso fue en el 2017, y un año después, en febrero del 2018, sembramos los arbolitos de cacao que nos dio la Fundación Interamericana, resistentes a la monilia, una enfermedad que afecta las mazorcas del cacao causada por el hongo Moniliophhora”, cuenta orgullosa.
A finales del 2019 llegó la primera cosecha: siete mazorquitas de cacao. Hoy en día tiene toda una fabriquita de chocolate artesanal en la misma finca y más de una razón para sonreír.
El proyecto se llama Morena Clara, como ella: fuerte, hermosa y de raíz caribeña. Cada barra de chocolate es una historia de amor por la tierra y por la gente.
El proceso lo hacen todo a mano: cosechan, fermentan, secan, tuestan, muelen y moldean. “Todo es aquí mismo en Hone Creek, de la finca a la barra”, explica.
Tienen cuatro presentaciones: 100% cacao, sin azúcar, ideal para dietas o personas que siguen la dieta Keto; 70% cacao con 30% azúcar; 70% cacao con 30% coco, y 70% cacao con 30% pimienta negra.
El precio de cada barrita es de 4.000 colones y hasta hacen joyería con cacao y venden nibs, que son los pedacitos de cacao quebrado, ideales para ensaladas, repostería o yogurt.
“Pero lo más hermoso de este proyecto no es el sabor... es el corazón”, asegura.
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Chocolate para todos
Un día, Andreas soñó que su barra de chocolate tenía palabras en braille y señas en LESCO. Se levantó con esa idea tatuada en la mente y no paró hasta hacerla realidad.
Se asesoró con dos expertos: Graciela Lackwood, intérprete de LESCO con 18 años de experiencia, y Marco Chavarría, persona no vidente, quien le ayudó con el braille.
“El empaque tiene las señas del LESCO, y un folleto en braille que explica todo. Es el primer chocolate inclusivo en Costa Rica, y eso me llena el alma”, dice emocionada.
En su finca, desde que le pegó el primer machetazo, la pensó 100% inclusiva, por eso sembró los árboles a distancia tal que personas en silla de ruedas puedan recorrerla.
Además, trabaja con madres solteras y estudiantes del Colegio Técnico Profesional de Talamanca, incluso con alumnos sordos, por eso está aprendiendo LESCO.
Más que chocolate, es inclusión
“Quiero que sea una experiencia sensorial, de amor, de inclusión. Que la gente sepa que aquí hay otra forma de vivir”, afirma Andreas, quien además es mamá de una bebé de 10 meses llamada Auritz Amari.
Auritz significa “Piedra de Oro” en vasco y Amari “El Dios que aumenta las fuerzas”, en africano yoruba.
Su esposo, Alexander Córdoba, trabaja con ella en la finca. Es un proyecto familiar, lleno de propósito.
“Este no es un chocolate cualquiera, es uno que incluye, que abraza, que habla todos los lenguajes del amor. Le pedí a Dios que me dijera qué debía hacer diferente, y aquí estoy, haciendo chocolate con alma”, concluye.
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¿Quiere probar estas delicias o visitar la finca inclusiva en Hone Creek? Puede contactar a Andreas al 8876-7570. No se va a arrepentir, porque como ella misma dice: “Morena Clara es el chocolate que se saborea con el alma”.
“En estos días la sociedad está violenta e intolerante, yo busco meter amor, empatía, inclusión y solidaridad en cada barra de chocolate de 80 gramos, buscando que la sociedad sea diferente, mejor”, concluye.