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Expicón: “En los piques se pueden mover hasta ¢5 millones en una noche”

Hombre que participó en los piques le contó a La Teja el teje y maneje de las carreras ilegales

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Un hombre de 37 años al que llamaremos Jorge fue uno de los tantos conductores que participaron de piques en San José.

Hace año y medio se salió de ese mundo y según cuenta, no quiso revelar su nombre real, pues a esas ilegales actividades asisten narcos, prostitutas, sicarios y estafadores que le podrían hacer algún daño si exponemos su identidad.

Eso, más los problemas con sus padres y su novia, obligaron a Jorge a abandonar ese ambiente.

Él habló con La Teja y nos contó cómo se organizan y que instrumentos tienen para que los diferentes cuerpos policiales no lleguen a los puntos donde están.

–¿Cómo se metió en ese mundo?

Fue por un amigo que me llevó a un pique en Pavas en el 2007, yo tenía un carro más o menos y me dijeron que lo pusiera a correr, lo hice y en la primera carrera gané.

–¿Qué ganó?

A veces se apuesta plata o piezas del carro como el radio, incluso, hasta la gata o repuestos, pero esa vez me gané quince mil colones. Uno en esto no hace plata, si le va bien tal vez se hace ¢40 mil en una noche. El que hace plata es el que apuesta, eso es un negociazo en el que se pueden mover hasta ¢5 millones en una noche.

–¿Qué sintió en ese momento?

Uno anda en gajos y se cree Toreto (personaje de las películas Rápidos y Furiosos), la adrenalina es mucha y por la cabeza a uno no le pasa que se va a accidentar o que va a matar a alguien, lo que uno piensa es en ganar.

–¿Esa adrenalina es algo así como una droga?

Se podría decir que sí porque uno quiere más y está deseando estar en otro pique.

–Y si pierde...

Es feo, no es como perder una mejenga, es que en ese mundo perder es una humillación y más si uno es bueno y le gana un novato.

–¿Usted sabe cuántas carreras hizo?

Hace poco hice un cálculo y son aproximadamente 150

–¿Y la velocidad promedio que alcanzaba de cuánto era?

Una vez le pegué 160 kilómetros por hora en un cuarto de milla.

–¿Usted está consciente de que en una de esas 150 carreras pudo perder el control y matar a alguien?

Sí, pero es que uno no piensa en eso porque solo siente la adrenalina y quiere ganar.

–¿Es cierto que usan radios para comunicarse?

Sí, porque con los radios las conversaciones no quedan grabadas como en los celulares. Lo que se hacía es que a un kilómetro a la redonda ubicábamos a cuatro o cinco personas con radios que nos decían si venía la policía, si no venía entonces seguíamos y si no, nos íbamos y luego regresábamos.

–¿Y si la policía se quedaba en el lugar qué hacían?

Nos íbamos a tomar guaro o buscábamos otro lugar para picar.

–¿Cuántos piques hace un conductor en una noche?

Máximo tres.

-¿Recorren una distancia en específico?

Es un cuarto de milla (402 metros) porque es la distancia en la que el vehículo se desarrolla bien para acelerar y frenar.

-¿En dónde y cuáles son las horas más comunes para hacer piques?

En Pavas (del AyA a Cemaco); en algunos puntos de la ruta 27, en Escazú, y de la ruta 32, especialmente en las rectas y casi siempre se empieza a la medianoche porque hay menos carros y menos tráficos.

–¿A esos piques asiste mucha gente?

Por ejemplo, en Pavas o Tres Ríos la gente se pone a la orilla del calle para ver.

–¿Qué tipo de gente llega?

Llegan maes que venden droga que son pesados, prostitutas, apostadores, estafadores, casi todos son unas ratas. También llegan chiquitas de papi y mami que no saben el peligro que ahí se vive, no solo por los carros, sino por el tipo de personas que ahí están.

–¿Recuerda llevarse un susto durante una carrera?

Nunca me falló (el carro), pero una vez los tráficos casi me agarran, ellos iba en una patrulla, pero no me alcanzaron. Otro susto fue cuando a una muchacha la atropelló un carro y el amputó la piernas, en Pavas, porque eso nunca había pasado.

–¿Cuándo usted maneja siempre le dan ganas de correr?

Le voy a ser honesto, cuando uno prueba la velocidad le sigue gustando, entonces, de vez en cuando uno acelera más de lo normal.

–¿Y usted lo sigue haciendo?

Ahora lo hago menos, trato de respetar la velocidad máxima que aquí es de 90 kilómetros, pero aún así uno siente que va lento.

–¿Su familia qué le decía al saber que usted estaba metido en eso?

Que estaban preocupados por mí, incluso, la razón por la que me salí de esto fue porque mi mamá me reclamó y me dijo que si no me salía de eso me iba a echar de la casa, ese día casi le pego, mi papá se metió y me dijo que me fuera. En ese momento me di cuenta que no valía la pena hacer sufrir a mis padres por una estupidez como esa.

–¿Se volvería a meter?

No, yo le hice la cruz a eso.

–¿Qué mensaje le da a las personas que asisten a esos piques?

Es sencillo, que no vayan, eso trae muchos problemas.

Bryan Castillo

Periodista

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