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Extraficante confiesa: “Un sicario hace amistad con la víctima para luego matarlo”

Asesinos a sueldo tienen una esperanza de vida de entre 25 y 30 años

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Pensar en narcotráfico es también pensar en sicariato, uno necesita del otro para sobrevivir.

No es casualidad que, según el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), en el 2018 de los 584 homicidios que se reportaron, 258 obedecieran a ajustes de cuentas por drogas.

“Esteban”, un extraficante que estuvo sumergido en ese mundo de marzo del 2013 a febrero del 2017 en un popular barrio josefino, será el encargado de contarnos cómo actúa un sicario, cuánto le pagan y las técnicas que utiliza para matar a sus víctimas.

Este joven de 27 años, reveló que en algunas ocasiones, la organización para la que él trabajaba, contrataba a asesinos que vivían fuera de San José, pues al ser “desconocidos” tenían más facilidad para lograr su cometido.

“Como a ellos nadie los conocía, era más fácil que acostaran a alguien, a veces veíamos que un sicario hacía amistad con la víctima para luego matarlo o se acercaban a cierto familiar para tener más contacto con ellos y conocer sus movimientos”, relató.

Esteban asegura no haber matado a nadie, eso sí, en más de una ocasión estuvo en reuniones en búnkeres donde los líderes de la organización se sentaban con los sicarios y en una mesa de tragos cuadraban la forma de eliminar a alguno de sus rivales.

“Esas reuniones eran largas, como de cuatro horas, primero se hablaba de quién era la persona y luego se ponía un precio por esa cabeza, por lo general, hay maes que uno ya sabe más o menos cuánto cuesta bajárselos, eso es como el mercado de las pulgas, por más plata que haya, siempre se pide un descuento”, detalló.

Dependiendo de la víctima, el monto sube o baja, por ejemplo, si es un simple vendedor de droga el precio puede ir de los ¢20 mil a los ¢100 mil. Ahora, la cosa cambia cuando hablamos de un poderoso líder criminal, dueño de varios búnkeres, ya que se podría desembolsar hasta ¢10 millones.

“Cuando definían el precio, se hablaba sobre la muerte, a algunos se les pedía que (a las víctimas) las hicieran sufrir, que les cortaron los testículos, las orejas, los dedos y así iban, y que luego les pasaran fotos, pero a veces, si la cosa estaba sea, solo pedían que los acostaran (mataran) y que no pegaran a alguien inocente”, relató.

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“La vuelta”, como dice Esteban al referirse al asesinato, debe completarse sí o sí.

“Solo una vez me acuerdo que la vuelta no salió, entonces el patrón le dijo a los saiyajines (nombre con el que se les conoce a los sicarios en Costa Rica) que tenían que terminarla si no los iba a mandar a acostar (matar), pero los maes cumplieron como cuatro meses después porque la pinta empezó a andar con más seguridad”, recordó.

Seguimientos de hasta 15 días

Gerardo Castaing, exagente del OIJ, dijo que en algunas ocasiones los sicarios siguen a sus víctimas hasta por durante 15 días para conocer con exactitud sus movimientos.

“Por lo general, al sicario lo que se le da es una foto de la víctima o se la enseñan por Facebook, lo más difícil es encontrar a su objetivo, por eso es que a veces tardan más días.

"Cuando lo ubican, se fijan en las horas de salida y de entrada de sus casas, con quien andan, por donde transitan, después de ver un comportamiento similar, es cuando se da el acto de ejecución”, explicó el exagente.

Pese a que la norma dice que son por lo menos 15 días de estudio, Castaing aclaró que en la mayoría de las ocasiones, los asesinos a sueldo ticos, siguen a sus presas por cuatro días.

“En estos trabajos es posible que utilicen a mujeres para que le saque a la víctima algún tipo de información, en esto, ellas se ganan una parte del precio que pusieron por esa cabeza. La idea es acercarse de una forma que no sea sospechosa para que el plan del asesinato se cumpla de la manera más limpia posible”, añadió.

De acuerdo con el experto, en Costa Rica los sicarios tienen un alto grado de efectividad que puede alcanzar el 95%, es decir, de cada 100 órdenes de asesinato, en solo cinco las víctimas no mueren.

“Mucho de este éxito obedece a que gracias al trabajo de inteligencia que hacen, las víctimas quedan vulnerables y cuando son atacadas no tienen tiempo de reacción, hay un detalle y es que, por lo general, se dan entre dos y tres disparos, casi siempre uno va dirigido a la cabeza para asegurar la muerte”, contó.

Según Castaing, la esperanza de vida de los sicarios es de entre 25 y 30 años, ya que por la actividad a la que se dedican, son fáciles de matar.

Bryan Castillo

Periodista

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