Desde antes de nacer ya sus papás habían decidido dedicarla a la virgencita, por eso su amor mariano comenzó desde que estaba en la pancita y cuando nació llegó inmediatamente la dedicatoria. Se llama Esperanza de los Ángeles Pereira Quintanilla.
Tiene 30 años y tres hijos. Nació en el corazón del municipio de Nandaime del departamento de Granada; por eso, como ella misma dice, es mariana desde que nació. En Nandaime, en el mes de julio, son bien famosas las fiestas patronales a la virgen de Santa Ana.
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Doña Esperanza creció en un hogar muy católico y en un municipio que cada julio celebraba a su patrona con dianas, alboradas y procesiones por las principales calles, con la imagen de la virgencita.
La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, poco a poco, le fue quitando la posibilidad de poder celebrarle a la virgencita, hasta el punto de la cancelación de procesiones fuera de las iglesias.
A ella nos la encontramos justo en la pileta de la basílica de nuestra Señora de los Ángeles en Cartago, recogiendo agua bendita para ella y para una familiar que le había pedido. “Es para echar en la casa y que la virgencita nos la bendiga todo el año”, dijo todavía con un galón recién comprado a medio llenar.
Nada de procesiones
“Hace tres años me vine a Costa Rica por los enormes problemas políticos que tenemos. Uno debe obedecer absolutamente todo lo que el gobierno dice, y hay muchas situaciones con las que uno no está de acuerdo.
“Llegamos al punto de que todo era obligatorio y querían que uno hiciera cosas que no acepta, por eso entendí que lo mejor era venirse para Costa Rica y buscar un mejor futuro para mí y para mis tres hijos”, reconoce la nicaragüense.
Le notamos una alegría tremenda en su rostro mientras recogía agua bendita de la pileta y, sin dejar de sonreír, nos explicó: “La dictadura nos quitó casi todo lo que tiene que ver con la iglesia católica.
“Lo que para mi pueblo eran celebraciones muy alegres, llenas de Dios y la virgencita, se transformaron en actos anulados y persecución. Llegar a Costa Rica y volver a misa, a una romería, a celebrar la virgencita en libertad es una alegría sin explicación, eso me tiene muy feliz”, aseguró.
En los últimos años, era prohibido tan siquiera una romería pequeña, pasear a la virgencita alrededor de la iglesia y, vea usted esta belleza, miles de personas hacen la romería aquí en Costa Rica y celebran a la Negrita sin problemas, sin persecuciones y sin amenazas”, agregó.
Enamorada de la Negrita
Realmente, conocía poco de la Negrita, pero rapidito se puso al día y la devoción a la virgencita de los Ángeles se volvió inmediata, sobre todo porque ella fue dedicada, con su nombre, a ella.
“Cuando uno, como católico y creyente en la virgencita, no puede ir a misa o celebrar a la virgen, siente como que algo le falta. Estar en Costa Rica y entrar libremente a cualquier misa para recibir la palabra de Dios, da una gran paz interna, energías positivas. Ya me hacía falta sentir eso, que todo y que Dios está a favor de uno.
“Una tía mía fue quien me habló por primera vez de la Negrita, cuando recién llegué aquí hace tres años. No lo pensé dos veces para enamorarme y aquí estoy cumpliéndole desde que me vine. Traigo muchas peticiones para la virgencita, pero son más los agradecimientos”, agregó.
Como mujer de fe, entiende muy bien el poder del agua bendita que recogió. “Hay momentos en que uno se siente mal, frustrado, que las cosas no salen, como que se le bajan las pilas a uno. En esos momentos me echo un poquito de agua bendita y todo cambia, me reanimo y me siento de nuevo positiva”, dice.
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Para siempre
Con una voz firme y demasiado agradecimiento por todos los favores concedidos en estos tres últimos años en suelo tico, doña Esperanza reconoce que ya su amor por la Negrita no se irá nunca más, y si algún día regresa a su patria, lo hará con una imagencita de la Patrona de Costa Rica en su maleta.
“Lo primero es la fe, cuando uno tiene fe comprende perfectamente lo que significa el poder de la virgencita. A mí y a mis hijos nos ayuda todos los días. Venir a Cartago más que todo es para agradecerle y reafirmarle que aquí estoy, que siempre le voy a cumplir.
“Aquí vienen miles de personas que no han vivido lo que duele en el corazón de católico, que a uno le prohíban una romería, una procesión o una misa. Duele en el corazón y afecta el alma. Ahora estoy feliz y agradecida”.
Más que feliz con su galoncito de agua bendita, se despidió doña Esperanza de nosotros, confirmándonos que estará puntual el otro año, cumpliéndole a su tocaya, la virgencita de los Ángeles.