Silvia Navarro Meza y Sofía Gómez Meza son primas y forman parte de la nueva generación familiar que mantiene con vida la tradición que les heredó la abuela Rosa Badilla González.
Ambas recuerdan ver a su abuelita amasando la harina para hacer el pancito de chiverre que empezó a vender por petición de sus clientes en la época de Semana Santa.
Chiquitillas no las dejaban meter mano en el proceso, pero ellas sí prestaban atención a los detalles y ya más grandes fueron sus madres quienes les compartieron la receta.
Desde hace más de 50 años, sobre la carretera principal a Paraíso, en Caballo Blanco de Cartago, vemos los montones de chiverre que ofrece la familia a todo el que quiera llevarlo para hacerlo en casa.
La propiedad donde los venden queda 850 metros al este del Walmart, a mano izquierda; ahí se colocan los hijos de doña Rosa y don Agustín Meza cada año. Aunque en el 2020 no vendieron ninguno por todas las limitaciones de la pandemia, este 2021 regresaron con el entusiasmo y la calidad de siempre.
El primero de los Meza que arrancó la dulce y rica tradición fue don Agustín, quien la aprendió de su suegro Juan Badilla. Él cosechaba los chiverres en Llano Grande y los vendía en su propiedad, a la orilla de la carretera.
Cada año venden entre 800 y 1.200 chiverres, más los que usan doña Denia Araya y su esposo Juan Guillermo Meza para hacer la conserva que ofrecen ya lista.
Doña Eva Meza recuerda que se crió en medio de chiverres cuando costaban entre 25 céntimos y 75 céntimos los más grandes, que ahora están entre los 10 mil y los 12 mil colones. Ella vendía los panes entre sus compañeros del TEC, pero ya se pensionó y con esta pandemia y sus factores de riesgo, mejor se ha quedado guardadita en casa para no exponerse.
Inspiración
Sofía lleva cinco años siguiendo los pasos de su abuela Rosa con el pan de chiverre. Lo hace desde que salió del cole.
“Desde niña la recuerdo haciendo pan y cuando ella ya no pudo fueron mis tías las que siguieron y nos enseñaron y hace dos años mi tía me pasó la receta de puño y letra de abuela y con los estudios he ido buscando nuevas formas de innovar con el producto sin dejar de lado el sabor tradicional”, explica.
Entre las novedades está crear un cheesecake de chiverre, queques, conserva mezclándolo con piña, coco o higos para rellenos de roscas pequeñas. También las típicas trenzas pero hechas con pasta tostada.
Sofi recuerda que desde niña anhelaba ser panadera y hace un año puso su negocito, “Food2Go”, en el que destaca lo nacional.
En el caso de Silvia, su madre Rosa Isabel fue quien le enseñó y actualmente juntas hacen la repostería y el famoso pan, que es el producto estrella de los Meza. Quienes ya lo han probado no dejan de buscarlo y saborearlo.
“Al inicio lo hacíamos para compartir en familia, le dábamos a algún amigo y se fue corriendo la voz y empezaron a encargarme el pan y las empanaditas desde hace unos seis años. Aprovechábamos también la venta de los chiverres para mostrar el pan y que se vendiera”, recordó Silvia.
Hace dos años ella abrió su negocio en línea “Dulce y crujiente by Sil” para llegar a más personas.
El chiverre tiene la ventaja de que, si bien se le busca mucho más en Semana Santa, los más fiebres lo comen todo el año.
La cuchara original
Doña Rosa, quien comenzó todo, se casó a los 16 años y tuvo diez hijos, por eso se empunchaba haciendo pan para poder darles estudio a todos. Pronto combinó el pan con el chiverre a petición de sus clientes y así empezó una gran herencia que la familia saborea.
“La tradición de hacer cualquier cantidad de platillos de chiverre y compartirlos en familia se mantiene, se come al estilo brumoso, con arroz con leche y frutas”, contó doña Eva, hija de doña Rosa.
La matrona de esta familia murió hace dos años, a los 87; había dejado de hacer el pan a los 80.
“Venía mucha gente de distintas partes del país a comprar los chiverres que, a diferencia de los de Zarcero, no son tan acuosos y permiten hacer la conserva más rica”, explicó doña Eva.
La primera en tomar la batuta cuando la abuela no hizo más pan fue Hilda Ligia, una hija de doña Rosa que murió hace 18 años.
Su hermana Eva la siguió y ahora son las nietas, la tercera generación, quienes llevan con orgullo la bandera.
Juan Guillermo y Godo Meza venden los buenos chiverres para quienes se los llevan a casa y también, a su manera, alimentan la propia tradición.