La primera Hermandad de Jesús de Narazareno en Costa Rica le debe su fundación a un sacerdote español de nombre Federico de Berga, que murió como mártir de la iglesia.
La hermandad la creó fray Federico hace 100 años en Cartago, junto al también franciscano Dionisio de Llorens. Los actuales integrantes son más conocidos por formar parte de las tropas romanas en la Ciudad de las Brumas, durante la Semana Santa.
De Berga nació el 8 de octubre de 1877 y se hizo presbítero el 24 de junio de 1901. Fue definidor provincial en Barcelona, donde también fungió como superior regular. Fue visitador provincial de Centroamérica y ministro provincial.
Un hecho relevante es que en el 2015, a Federico de Berga se le dio el rango de beato por el mismo papa Francisco. Eso llena de orgullo a los ticos pertenecientes a la hermandad.
“Es un orgullo para nosotros que nuestro cofundador fuera elevado a la beatitud, ya que puso la simiente para que en todo el país años después se creara en cada parroquia la Hermandad de Jesús Nazareno", dijo Jorge Guzmán, secretario de la junta directiva y jefe de cambios de la hermandad cartaginesa.
Guerra de Coto.
Además de ser el fundador de la Cofradía de la Hermandad de Jesús de Nazareno, su otro aporte importante en Costa Rica es que participó en la llamada Guerra de Coto contra Panamá.
Ese enfrentamiento armado se dio entre el 21 de febrero y el 5 de marzo de 1921 y estaba en disputa el territorio de Bocas del Toro, debido a que los límites fronterizos entre ambos países no estaban bien definidos.
La participación de este fraile franciscano en el conflicto armado fue la de animador espiritual del Regimiento Irazú, un aporte de los cartagineses.
Federico fue de los predicadores más apreciados de su tiempo y la revolución española lo sorprendió siendo guardián del convento de Arenys de Mar, en Barcelona.
Fue detenido en un refugio en esa ciudad española y declaró que había repartido 1.200 comuniones en la clandestinidad. Cuando le preguntaron a qué se dedicaba, respondió sin inmutarse: "sacerdote". Al día siguiente fue ejecutado.
Fray Federico entregó toda su vida a Dios, fue asesinado el 17 de febrero de 1937 en Barcelona, España.