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Gringo se sentía latino, así que investigó y encontró que tenía familia en Costa Rica

John Von Rudden encontró a los Barrantes y a una hermana que no sabía que existía

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John Von Rudden, de 35 años, ha vivido durante toda su vida en Gringolandia, pero algo le decía que sus raíces estaban muy lejos de territorio estadounidense.

Él y sus dos hermanas de sangre fueron adoptados desde que eran pequeñitos por una familia alemana que primero vivió en Nevada y luego se trasladó a Oregon, Estados Unidos.

Él no sabía que tenía familia en Tiquicia, pero reconoció que llevaba ese sabor latino por dentro, por lo que en su adolescencia (a eso de los doce años) le preguntó a su papá adoptivo sí sabía de dónde eran sus padres biológicos y se puso a investigar sobre sus orígenes.

El papá le contó que creía que eran costarricenses y que su apellido era Barrantes. Aunque los datos eran mínimos, John, de 35 años, se puso a llamar gente, a realizar conexiones y de un momento empezó a hacer contactados que le ayudarían a dar con su familia de sangre. La búsqueda formal la comenzó hace tres años.

Adoptados

La historia de John nos la cuenta Neisy, su esposa, ya que el hombre no mastica muy bien el español, dificultad que resalta aún más el esfuerzo que realizó para dar con sus familiares.

Según Naisy, el papá biológico de su esposo nació en Costa Rica, pero decidió irse a probar suerte a Estados Unidos, donde conoció a una mujer alemana con la que tuvo tres hijos (John nació en 1983; Jennifer en 1984 y Johanna en 1986). La bronca es que su tata biológico ya se había casado en Costa Rica antes de jalar al norte, por lo que el rango de búsqueda se amplió.

La vida de sus papás en Gringolandia no fue la mejor, ya que tuvieron muchas dificultades económicas, no tenían casa propia y muchas veces tuvieron que dormir en la calle, por lo que el gobierno de Estados Unidos decidió quitarles los hijos y darlos en adopción a los Van Rudden.

Como John sentía que la sangre latina corría por sus venas y como las pistas que le dio su papa adoptivo eran mínimas decidió visitar el lugar en donde lo dieron en adopción, donde logró averiguar que su papá se llamaba Wálter Jiménez Pérez (no Barrantes como creía) y que su mamá biológica se llamaba Madeline, pero nada más.

Luego, John visitó un banco de ADN en Oregon para tratar de encontrar parientes cercanos, donde logró conseguir algunos vínculos de personas que eran familiares de su madre, a los cuales intentó contactar sin éxito.

John no se dio por vencido y contrató a un especialista en Genealogía para que le ayudará con la búsqueda y los resultados no tardaron en aparecer.

Llamada

"Hace como un año, una pariente de John, por parte de su mamá biológica y que vive en Canadá, lo contactó y le dijo que era su prima. También le dijo que su mamá biológica había fallecido en 1996 y que tenía otra hermana en Costa Rica, por parte del papá. Se trataba de Grettel Jiménez a quien le dio la información necesaria para que la contactara”, dijo Neisy.

Ni lerdo ni perezoso, John llamó a la mujer y se presentó como su hermano, no sin antes contarle su historia. Para Grettel fue un momento muy agradable e inesperado, pero su hermana le ayudó montones a atar muchos cabos sueltos de su historia.

Sin embargo, John aún tenía muchos vacíos con respecto a su papá. No obstante, el genealólogo le dio información valiosa, ya que descubrió que Wálter Jiménez Pérez, en realidad era Wálter Barrantes Rodríguez y le facilitó una dirección en Nevada en la que podría vivir algunos de sus parientes.

John, quien es chef y agricultor, tomó el automóvil y condujo durante dos días hasta dar con la dirección indicada. Se encontró con Ebal Rodríguez Barrantes (exdirectivo del Santos de Guápiles) y con José Manuel Rivera Barrantes (ambos primos hermanos), con los que comentó todo lo que había hecho para encontrarlos y qué quería conseguir.

John le propuso a una hija de Ebal, llamada Lauren, que se hicieran exámenes de ADN, los cuales dieron un 70 % de coincidencia. Tiempo después, Ebal y José Manuel hicieron pruebas similares y la coincidencia fue un 90%. John había encontrado a su familia.

Con todo ya más claro, John decidió venir a Costa Rica para conocer a su hermana, Grettel, y a varios primos y tíos. El encuentro se produjo el pasado domingo.

“Vieras que emocionante fue para él verlos a todos. Los abrazaba muy fuerte y lloraba. Él les demostró mucho cariño”, dijo Neisy.

Grettel, la hermana de John, dijo que conocer a su hermano es un regalo de Dios y que su historia es un ejemplo de amor y de perdón familiar.

“Por esos días había soñado que yo tenía otros hermanos y que nunca los llegaría a conocer, pero obtuve respuestas muy rápido”, dijo la mujer.

Mientras tanto, Jennifer Van Rudden, dijo que le gustó mucho Costa Rica y también quedó encantada con la forma de ser de los familiares ticos. “Yo también sentía que era diferente, pero el más insistente con eso era mi hermano John”, comentó.

John no pudo traer a la otra hermana, Johanna, ni a los dos hijos que tiene fruto de su matrimonio con Neisy.

Ellos regresaron este jueves a Estados Unidos, felices y dispuestos a regresar y terminar de conocer a este familión, que resultó ser puras tejas.

Eslabón perdido

El eslabón que falta en esta historia es don Wálter, el papá de John. La familia no sabe nada de su paradero. Creen, incluso, que está muerto.

Franklin Arroyo

Franklin Arroyo

Periodista egresado de la Universidad Federada. Integra el equipo de Nuestro Tema de La Teja. Trabajó en el Periódico Al Día, corresponsal del diaro Marca para Centroamérica y editor de la revista TYT del Grupo Eka.

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