Guerra contra las pajillas pone en apuros a personas con discapacidad

Cuando Francisca Hernández sale a tomarse un fresquito le toca explicar a los meseros que ella no quiere contaminar el ambiente, pero que su condición médica no le permite beber líquidos sin la ayuda de una pajilla.

Ella padece una enfermedad que ataca los nervios que estimulan el movimiento llamada Charcot-Marie-Tooth.

Hace tres años estuvo al borde de la muerte y para salvarla los médicos le colocaron un tubo para que pudiera respirar y al sacarlo se lesionó la tráquea.

“No puedo comer granos como arroz o frijoles, no puedo tomar pastillas enteras y fueron los mismos médicos los que me ordenaron tomar todos los líquidos con una pajilla porque mi tráquea no se puede reparar”, explicó Francisca.

Si ella no sigue estas indicaciones podría morir o quedar conectada a un respirador.

Esta joven de 33 años asegura que las acciones para proteger al ambiente son necesarias pero que hay casos como el de ella en el que no se está pensando en las necesidades y derechos de una persona con una discapacidad o quienes tienen una enfermedad crónica que no les permite usar un vaso.

Tampoco puede usar una pajilla reutilizable ya que no hay seguridad que esté libre de bacterias que la puedan tumbar ya que sus defensas casi siempre están muy bajas.

La mayoría del tiempo debe apelar a la comprensión de los que atienden los restaurantes, otras le ha tocado llevarse el fresco para tomárselo luego.

“Muchas veces me toca jalar en el bolso unas cuantas pajillas, aunque hay excepciones y una vez un muchacho que me atendió salió a comprar una para mí”, explicó.

A Francisca no le molesta los comentarios de la gente, más bien los aprovecha para explicar la necesidad de no discriminar, muchos le dan la razón de que se necesita mantener alguna opción que sea amigable con el ambiente y no discrimine a las personas con discapacidad.

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“Es importante que, cuando hagan estos cambios piensen en todos y no asuman que ya no se van a necesitar, hay muchas enfermedades que no le permiten a la gente agarrar un vaso y ellos no quieren tener a alguien a la par dándoles de beber sino sentirse independientes”, aseguró.