Para la nutricionista Seily Moraga no es casualidad que los ticos se derritan por los helados, esto porque la leche y el azúcar son ingredientes que hacen que el cuerpo sienta la necesidad de comer cosas dulces.
“La publicidad influye mucho en la relación que la gente tiene con los helados, crea imágenes positivas y lo fácil que es comprar el producto en cualquier lugar, lo hace una tentación difícil de ignorar”, comentó la especialista.
El azúcar tiene un efecto adictivo lo que provoca que la gente no pueda controlar el deseo de comer más y por eso es que más de uno se acaba el medio galón de helado en un solo sentón.
La cremosidad, la temperatura y el sabor hacen que la gente no mida el exceso de calorías que come y se la juegue.
La especialista asegura que no habría problema sino fuera por todos los ingredientes adicionales que le suman más azúcar.
“La porción adecuada es de tres cucharadas de helados cremoso, pero si se quiere cuidar la salud lo mejor es preparar helados con frutas y no exceder las cinco cucharaditas de azúcar que se debe consumir por día”, explicó Moraga.
Por su parte, la psicóloga María Ester Flores explica que la felicidad y el placer que provoca comer viene de los recuerdos de la infancia por el contacto durante la lactancia y la seguridad que se sentía en los brazos de la madre.
“Cuando uno encuentra un producto que recuerda un tiempo primario (la leche materna) da una sensación de seguridad, de que me voy a sentir tranquila y protegida, por eso hay una tendencia en torno a estos productos y con la ayuda de buen marketing mental para que los colores lleven al consumo”, explicó Flores.
Según la psicóloga, esa nostalgia bonita y placentera es lo que empuja a la gente a superar momentos difíciles comiendo, en especial con los helados de chocolate.
“Sabores como el chocolate funcionan como un estimulante y consuelo”, según María Ester este es la razón por la que en las películas y en la vida real la gente busca levantarse el ánimo comiendo helado.
Para Flores el cuidado que se debe tener es que el consumo sea solo una necesidad pasajera y no se vuelva una droga que termine en una adicción que necesite el tratamiento de profesionales para superarlo.