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Hijos exhumaron a sus papás para cumplirles el sueño de enterrarlos en Brasil

Así nos lo contó Ana, quien es la única que reside aún en Costa Rica y fue la encargada de hacer las vueltas para exhumarlos y trasladarlos al país suramericano.

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Don José Alfonso Monestel Núñez y su esposa Ligia María Montoya Lobo, mejor conocida, como Ligia de Monestel, como se acostumbraba antes, cumplieron 20 años después de fallecidos el sueño de descansar en paz en el cementerio Bosque Palmeiras en Brasil.

Ellos compartieron su vida durante casi 50 años, no tuvieron oportunidad de celebrar sus bodas de oro, porque Diosito los llamó a su lado antes de que las cumplieran.

Pero su amor era tan grande y todo lo hacían juntos, que aunque don José se fue primero, el 24 de diciembre del 2001, tan solo siete meses y medio después, el 11 de agosto del 2002, doña Ligia se fue a su lado.

Hoy sus hijos Ligia, Ana y José Monestel Montoya tras un largo camino de trámites lograron cumplir su sueño de que descansaran en tierras brasileñas, que consideraban su segundo hogar.

Así nos lo contó Ana, quien es la única que reside aún en Costa Rica y fue la encargada de hacer las vueltas para exhumarlos y trasladarlos al país suramericano.

Pero ¿de dónde surge el cariño de este matrimonio tico por Brasil?

Bueno, desde hace muchísimos años, su hijo José se fue a estudiar Medicina al país de la samba y el fútbol y allá se quedó ejerciendo la cirugía pediátrica, por eso cada vez que podía les compraba el boleto de avión y se los llevaba a pasar unas vacaciones con él por mes y medio o más, durante esos viajes, ambos fueron agarrándole cariño a su segunda tierra.

El médico vive en Santa Catarina, un estado al sur de Brasil, un lugar que se caracteriza por ser muy tranquilo y bonito.

Aparte del deseo manifiesto del matrimonio por querer descansar Brasil, José hijo tenía una espinita clavada en el corazón porque no pudo estar presente en la despedida de su padre, dada la fecha en la que murió y pese a todos los esfuerzos que hizo, no consiguió vuelo para llegar a tiempo a despedirse.

“A José siempre le quedó la angustia y la pena de que ellos querían reposar finalmente allá que tanto les gustaba. A mami le gustaba mucho un lugar que se llama Gramado porque había muchas hortensias y se pasaba hablando de sus flores”, recordó con cariño Anita.

Incluso, doña Ligia tuvo un bazar, en Autofores de San Rafael abajo de Desamparados, donde vivían, al que llamó “Florianópolis” en honor a donde vivía su hijo, muestra del orgullo que sentía.

“Mis padres siempre fueron como un matrimonio de los que ya casi no hay, justo a los siete meses de haber fallecido papi se la llevó a ella cuatro días antes del Día de la Madre del 2002, ella falleció de un infarto”, recordó Ana.

Largo camino

José y Ligia descansaban en una bóveda del cementerio de Desamparados y en diciembre la familia retomó la idea de llevárselos a Brasil, lo habían intentado antes, pero no se había podido.

En enero de este 2021 inició el camino para lograr el sueño que en Costa Rica tardó hasta mayo y de ahí, a inicios de junio, José vino por las cenizas de sus padres para trasladarlas sin mayores contratiempos y finalmente el 21 de agosto se realizó la nueva ceremonia fúnebre.

“En la funeraria elegida en Costa Rica nos guardaron las cenizas en unas urnas de madera, requisito para poder sacarlas del país y ya en Brasil mi hermano mandó a hacer unas urnas metálicas que queríamos, una lila para mami y otra celeste para papi y ahí ya pudimos hacer el acto”, explicó Ana.

Allá sus hijos Ligia y José, quienes viven en tierras suramericanas junto a sus familias, estuvieron presentes en la nueva despedida y se encargarán de su cuidado a partir de ahora.

Don José era más apegado a Tiquicia, aunque no se oponía a los deseos de doña Ligia, una mujer bajita y menuda.

Ambos murieron a los 68 años. Doña Ligia quedó huérfana a los ocho años y desde tan corta edad demostró su valentía, madurez y temple cuando se le plantó a la madre superiora del orfanato y le dijo que nadie separaría a ella y sus tres hermanos (Anabelle, Edwin y Carlos), cuando le manifestó que había interesados en adoptarlos.

También en el barrio donde vivían en San Rafael Abajo los apreciaban mucho por lo activos y comprometidos que eran con la comunidad.

“Ellos donaron el crucifijo que trajeron de Brasil para la capilla de velación San Antonio de Padua, que se construyó en el mismo barrio. Cuando nosotros llegamos pequeños ahí, papi y los vecinos se propusieron hacer turnos y con el dinero pusieron alumbrado público y pavimentaron las calles”, agregó Ana.

Karen Fernández

Karen Fernández

Periodista con una licenciatura en Producción de Medios. Forma parte del equipo de Nuestro Tema y tengo experiencia en la cobertura de noticias de espectáculos, religiosos, salud, deportes y nacionales. Trabajo en Grupo Nacion desde el 2011.

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