Pablo González recuerda que cuando era apenas un adolescente el cigarrillo se volvió parte esencial de su vida.
El viernes 30 de mayo se conmemoró el Día Mundial contra el Fumado y el Vapeo, por lo que él aprovechó para abrir su corazón, contar su historia y mandar un fuerte mensaje a los jóvenes que fuman o vapean.
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Pablo salía del colegio en los recreos directo a la pulpería, donde, sin problema alguno, los podía conseguir. Le parecía que los adultos que fumaban se veían extraordinarios, incluido su papá, quien era un fumador empedernido.
Además, asumía que fumar le ayudaría a crecer y “hacerse hombre”, porque era frecuente escuchar la frase: “Ya está hecho un hombre, ya hasta fuma”, mencionó con ironía.
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Al principio, fumaba a escondidas de su familia, pero, conforme pasaron los años, el cigarro se hizo cada vez más parte de su vida. Al llegar a la universidad, ya con mayor libertad, lo combinaba con el alcohol.
“Yo veía al cigarro como un complemento importante de mi vida; me hacía sentir tan vivo. La sensación de andar con la cajetilla de cigarros en la bolsa de la camisa era indescriptible”, recordó con un tono de culpa.
Además, Pablo pensaba que fumar le daba cierto “caché para el ligue”. Sentía que estar en la barra del bar, fumando y tomando, le brindaba más posibilidades de conquistar a una mujer. Y lo cierto es que, según él percibía, las mujeres también veían con interés a los hombres que fumaban.
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Recibió un golpe de realidad
Entre los 20 y los 30 años, a pesar de esa vida de fiestas constantes con licor y cigarro, Pablo intentaba mantenerse activo y jugaba bola con frecuencia.
Sin embargo, entre los 30 y los 40 años comenzó a notar un deterioro en su calidad de vida que crecía rápido. Por cuestiones de trabajo ya no podía mejenguear y notó que empezó a perder su capacidad respiratoria.
Pese a eso, él seguía fumando, hasta que, a sus 42 años, tuvo un gran susto ocasionado por un subonazo importante de la presión arterial. Además, presentaba niveles muy altos de colesterol, triglicéridos y ácido úrico.
El médico le advirtió que debía hacer cambios urgentes en su vida y lo primero era dejar de fumar. No le fue fácil, fue hasta los 44 años que lo logró, dejando también el licor, pues reconoció que para él eran inseparables.
“Yo veo hoy a los jóvenes que vapean y me recuerdan tanto a mí mismo… Yo pensaba igual que piensan ellos hoy: que nada me iba a pasar, que fumar me daba cierto estilo, me hacía sentir especial. Pienso que vapear es más una moda; una moda que, a lo largo del tiempo, les puede salir muy caro a estos muchachos", advirtió.
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Hoy, a sus 64 años, Pablo tiene más de 20 años de no fumar ni tomar. Realiza caminatas o senderismo casi todas las semanas, va al gimnasio, trata de comer de forma saludable y continúa trabajando en fortalecer su espiritualidad por medio del contacto con la naturaleza y la ayuda a los demás.
La doctora Marny Ramos, coordinadora de la Comisión para la Implementación de las Clínicas de Cesación de Tabaco y Vapeo de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), mostró su preocupación ante el aumento de jóvenes que vapean.
De acuerdo con datos del área de Estadística de la institución, en 2022 se reportaron en el Edus un total de 871 consultas de personas entre 10 y 19 años con algún trastorno relacionado con el vapeo. Para 2024, ese mismo grupo registró 2.855 consultas y, al 19 de mayo de 2025, ya se contabilizan 1.175.
Para la especialista, esto refleja que muchos adolescentes y jóvenes aún creen que el vapeo es inofensivo, cuando en realidad puede generar tanto daños físicos como afectaciones a la salud mental. Al usar vapeadores con nicotina, desarrollan adicción a esta sustancia, lo que a su vez provoca ansiedad cuando no la consumen.