Fútbol, Tarbaca, equipo Leyendas del UDT, 47 años, pasión deportiva, solidaridad, canchas abiertas y amistad: esas son las palabras que definen la historia de Enrique Valverde Monge, conocido como Kike, un hombre que lleva casi medio siglo jugando con el mismo uniforme y defendiendo los mismos colores.
A sus 70 años, sigue siendo el cerebro del equipo, el “10” creativo, el que organiza el juego y mantiene viva la llama del deporte que lo vio crecer.
Todo empezó un 28 de agosto, hace 47 años, cuando Kike, junto con un grupo de amigos, decidió fundar un equipo que se llamaría UDT -Unión Deportiva Tarbaca- (ahora los ciudadanos de oro se llaman Leyendas del UDT). En ese entonces, él tenía 23 años y lo movía la ilusión de tener un lugar donde jugar.
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“Jugábamos en varios equipos de la comunidad, pero muchas veces nos dejaban por fuera. Entonces fundamos uno propio, y así nació el UDT”, cuenta Kike con una sonrisa que refleja orgullo y recuerdos.
Aquella cancha donde empezó todo no se parecía en nada a la de hoy.
“Era puro barro rojo, uno salía empapado y lleno de tierra, pero feliz. No había gradería ni camerinos, solo la pasión por jugar”, recuerda.
Hoy, en cambio, la cancha de Tarbaca luce verde, cuidada, con graderías y camerinos que parecen un lujo en comparación con los inicios.
Del potrero a la solidaridad
El UDT se volvió mucho más que un equipo. Con el paso de los años formaron selecciones infantiles, juveniles y hasta un equipo femenino, uno de los primeros en toda la zona.
“Mi hija jugó en ese equipo cuando tenía apenas 11 años”, cuenta Kike, orgulloso de haber hecho del fútbol un asunto familiar.
Actualmente, el equipo juega todos los domingos.
“Un domingo sin fútbol es como si me faltara algo en la vida. Antes era por disciplina y competitividad; ahora es para compartir, relajarse, reírse con los amigos. Es terapia pura”, confiesa.
Esa camaradería se refleja incluso fuera de la cancha. En pandemia, los jugadores del equipo se organizaron para conseguir comida para vecinos en apuros. Hoy, además, preparan una fiesta navideña para niños de comunidades vecinas, demostrando que su corazón solidario también es parte de la identidad del club.
Siguen al pie del balón
Del primer grupo fundador todavía quedan varios activos, entre ellos Antonio Cambronero (75 años) y Moisés Espinoza (77). Todos son un ejemplo de constancia y amor por el deporte.
“Ya no peleamos como antes, ahora jugamos para disfrutar. Nos aceptamos con nuestras limitaciones por la edad, pero seguimos corriendo. Lo importante es sentirnos vivos”, dice Kike, quien no piensa retirarse. “Aunque sean 10 minutos, tengo que jugar. Si no, siento que me falta algo”.
Su hijo mayor, de 44 años, creció viéndolo en la cancha. “Era la mascota del equipo cuando niño. Imagínese, me ha visto toda la vida con la bola”, dice con nostalgia.
El fútbol ha cambiado mucho
Kike vivió la transformación del fútbol en carne propia.
“Antes se jugaba a pura fuerza y coraje; ahora se juega más con estrategia. Antes el fútbol era más técnico, uno se hacía dos o tres jugadas y pasaba la bola para el gol. Hoy es más físico, más automatizado”, explica.
El cambio también se nota en los materiales.
“Antes la bola pesaba un mundo, si uno no la pegaba bien con el empeine, le rompía el pie. Los tacos eran de cuero, pesados, con costuras gruesas. Hoy los zapatos son livianos, como si volaran. Pero también el fútbol se volvió más cómodo, más moderno”.
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Recuerda que en sus tiempos se jugaba con tres defensas y cuatro delanteros, en una propuesta ofensiva que hoy sería impensable.
“El fútbol de antes era ataque puro. Hoy los equipos juegan con línea de cuatro o de cinco. Antes el mediocampista ayudaba en defensa y en ataque, ahora eso casi no se ve”, lamenta.
Vida, salud y comunidad
Para Kike, seguir jugando a los 70 años no es un acto de nostalgia, sino de vida. “Esto me mantiene activo, con salud, me hace sentir útil. Es lo que siempre le digo a los demás: no tengan miedo de volver a jugar, de moverse, de sentirse vivos”, asegura.
Su testimonio ha inspirado a varios adultos y adultos mayores de Tarbaca, a quienes el equipo ha motivado para volver a hacer ejercicio o participar en las actividades del club. Incluso, tienen un chat a través del cual se organizan no solo para los partidos, sino también para ayudar a la comunidad.
“El fútbol me ha dado amigos, salud y propósito. A mi edad, eso vale más que cualquier trofeo”, concluye.
Una historia que sigue rodando
El equipo Leyenda del UDT lleva los colores naranja y negro, inspirados en la famosa Naranja Mecánica de Holanda. Son los tonos que han vestido durante casi cinco décadas, y que siguen representando el espíritu alegre y perseverante de Tarbaca feliz, porque la semilla sigue germinando, ya que el UDT tiene equipo en la tercera división nacional.
“Vergüenza no es jugar, vergüenza es quedarse tirado en una silla sin hacer nada. Yo sigo en la cancha porque ahí me siento vivo”, dice con orgullo.







