El Salvador está conmovido, el mundo está conmovido. Las muertes de Óscar Alberto Martínez, de 25 años, y su pequeña hija Angie Valeria, de casi dos, quienes fallecieron ahogados en el río Bravo cuando cruzaban de México hacia Estados Unidos, deben llamarnos a la reflexión sobre lo bendecidos que somos al vivir en Costa Rica.
Papá e hija se ahogaron hace una semana. La fotografía de sus cuerpos boca abajo en la orilla del cauce expuso con crudeza el peligro de la migración alentada por la pobreza y la inseguridad, males que también se viven en Guatemala, Honduras y Nicaragua.
Echemos para nuestro saco. Estamos claros que la situacion está difícil en Costa Rica, el costo de la vía es alto y faltan fuentes de empleo.
Al gobierno de Carlos Alvarado le ha tocaddo bailar con la más fea y está haciendo lo que sus antecesores no se animaron, está tratando de sanar la parte finaciera del Estado y creando la plataforma parala reactivación económica.
Sin embargo, grupúsculos de religiosos, políticos, traileros y sindicalistas irresponsables, tienen todo un plan para "evangelizar" con mentiras a los estudiantes y lanzarlos a la calle.
El desprecio de estos fanáticos religosos ligados a la política es tan desproporcionado hacia la comunidad gay que preferirían ver al país arder antes del respeto y la tolerancia a las libertades de los costarricenses. No permitamos que unos pocos quieran que los ticos seamos parte de las caravanas de inmigrantes centroamericanos.