En el Vaticano hay miles de esculturas con años de historia y que transmiten distintos mensajes, pero hay una, que tiene muy poquitos años de “nacida”, pero que se ha convertido en un recordatorio silencioso, pero poderoso, de uno de los mensajes por los que recordaremos al papa Francisco: la acogida de los migrantes.
Se trata de una enorme escultura de bronce, de seis metros de altura, y que lleva el nombre “Ángeles sin saberlo” y que fue inaugurada por el argentino el 29 de septiembre del 2019 durante la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.
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Fue diseñada por el artista canadiense Timothy Schmalz y representa a 140 personas hechas un puño en un pequeño barquito, la triste realidad de tantas miles de personas que deben abandonar sus hogares no porque quieran. Son migrantes de distintas épocas, culturas y lugares. Hay esclavos africanos, judíos perseguidos por el nazismo y hasta desplazados sirios o latinoamericanos.
Y fue el propio papa Francisco el que quiso que estuviera en la plaza de San Pedro, en el corazón del catolicismo, para que el mundo la tenga siempre frente a sus ojos.
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“Quise esta obra aquí en la plaza de San Pedro para que recuerde a todos el desafío evangélico de la hospitalidad”, afirmó durante la inauguración. Y reforzó el mensaje con otra frase que se ha vuelto lema de su pontificado: “No se trata solo de migrantes: se trata de nuestra humanidad”.
Y lo que hace más grande el gesto del papa, es que es la primera escultura colocada en esa famosa plaza en 400 años.
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No creo porque le quedaba largo, pero ojalá Donald Trump la hubiera visto durante el funeral del papa Francisco.