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Las tejas mantienen viva la tradición del cinco de la suerte

Tradición tica para pasar pura vida todo el año pasa ahora a las monedas de cien

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Ir de puerta en puerta, como sucedía en nuestro país antes de 1980, pidiendo el cinco de la suerte, es una tradición que se podría rescatar con las monedas de cien colones, las tejas, porque el secreto está en el ritual y no en una moneda en específico.

La investigadora de temas paranormales y especialista en asuntos de suerte, Vanessa Alvarado, explicó que perfectamente las familias de hoy día pueden recoger la teja de la suerte como se hacía hasta mediados de los años ochenta con el cinco de la suerte.

“Son rituales muy llenos de energía. Es cada persona la que da esa energía si lo hace realmente con fe y positivismo. Siempre habrá gente que lo haga sin toda la energía que se ocupa y por eso dirá que no hizo efecto, pero recuerden que lo positivo jala positivo y la suerte jala suerte", explicó Vanessa.

Atracción mágica

“El cinco de la suerte antes y la teja de la suerte ahora, son temas que pasan por la magia. Recoger 13 monedas, meterlas en un bolsito rojo o un bolsito con un lazo rojo, esto porque el rojo es asociado a la abundancia, felicidad y suerte”, aseguró Vanessa.

La tradición del cinco de la suerte iba de la mano con meter los cincos en un bolsito rojo, con granos de arroz y frijoles, con ajos y con sábila, todo puesto detrás de la puerta de entrada de la casa.

Tocar puertas para pedir cinco de la suerte y teja de la suerte

“Las trece monedas tienen que ver con un número que para muchos es de mala suerte, pero en realidad es un número que forma el 4 y eso habla de fortaleza y equilibrio en la vida. El arroz es signo de abundancia por eso en las bodas se acostumbra tirarle arroz a los novios. En diferentes culturas los frijoles también significan prosperidad.

“En el caso del ajo y la sábila son para fines de protección y buena salud. Poner todo eso detrás de la puerta es para permitirle a la buena suerte entrar y al mismo tiempo para protegerse de la mala fortuna”, explica la investigadora.

Para Vanessa lo principal es recoger con motivación y positivismo las trece tejitas. Igual de importante para ella es que quien dé las monedas lo haga con ganas porque eso las carga el doble.

Tradición

La linda y sana tradición de ir por las casas, el 31 de diciembre, pidiendo el cinco de la suerte para que los días positivos y la abundancia nos acompañara todo el año, se perdió en nuestro país a mediados de los años ochenta.

Tocar puertas para pedir cinco de la suerte y teja de la suerte

Nuestros tatas y abuelos recuerdan con mucho cariño aquellos momentos en que los niños y jóvenes de los barrios se dedicaban en la mañana del último día del año a buscar de puerta en puerta la suerte, representada en 13 monedas de cinco céntimos, que acompañaría sus hogares durante los siguientes 365 días.

Claro, como todo carajillo el asunto hasta tenía una emoción extra, era que después de lograr los 13 cincos que se necesitaban para amarrar la diosa fortuna, el resto de cinquitos se gastaban en confites y cuanto dulce existía para descansar con alegría las grandes caminadas.

Somos creyenceros

Desde siempre los ticos hemos sido creyenceros, no en balde una encuesta que realizó la Univesidad de Costa Rica en diciembre del año pasado demostró que un millón y pico de ticos jura haber sido víctima de una brujería en algún momento de su vida. Esa nota se las presentamos a principios de enero pasado.

Doña Marjorie Meléndez, quien tiene 65 años y su infancia la pasó en el barrio Cristo Rey de San José, recordó que cuando era chiquilla esperaba con mucha emoción el 31 de diciembre.

“Era superemocionante tocar cada puerta y esperar a que los vecinos, amigos, familiares y hasta gente desconocida, se metiera la mano en la bolsa y nos diera el cinco de la suerte. En Cristo Rey nos juntábamos varios chiquillos y en pelota nos íbamos de casa en casa.

Tocar puertas para pedir cinco de la suerte y teja de la suerte

“Claro, los que nos abrían no podían darnos un cinco a todos los que íbamos, por eso nosotros mismos nos organizábamos y al chiquillo que le dieron en una casa, a la siguiente no le tocaba y se ponía atrás en la fila para que otros recibieran”, recordó doña Marjorie.

Giancarlo Solano, quien tiene 50 años, recordó que la gran alegría comenzaba cuando se superaban los 13 cincos.

“Era demasiado para nosotros tener un cinco porque nos alcanzaba para varios confites, ahora imagínese que el 31 de diciembre llegué a tener entre 10 y 15 cincos de más, no lo podíamos creer”, dijo.

Un cinco valía

El historiador costarricense, Vladimir de la Cruz, también se acordó de la tradición porque la disfrutó cuando era niño, en las décadas de los cincuentas y sesentas.

“Era una linda práctica de las familias en los barrios, no fue un asunto de todo el país, más bien se quedó en la Gran Área Metropolitana y fue muy popular en San José.

“Yo recogí ese cinco, la alegría como niño era muy grande. La gente tiene que recordar que hablamos de la época en Costa Rica cuando con un cinco realmente se podían comprar varias cosas, entre esas, todo tipo de confites que, por supuesto, a uno le alegraban mucho.

“Había confites de mantequilla, de mora, de menta, había un tipo de confite que le decían ladrillo, había cajetas y melcochas y con ese cinco hasta uno tenía derecho a vuelto, pero no nos daban vuelto sino que nos daban feria.

"Los niños de ahora no tienen ni idea de lo que era la feria, pero en aquellas décadas, antes de 1980, lo normal era que al comprar algo se pedía feria y consistía en un poco más del producto comprado o un poquito de confites para alegrar las casas”, explicó de la Cruz.

Con fundamento en los datos del Banco Central de Costa Rica, la periodista Patricia Leitón, especializada en temas de chochosca del periódico La Nación, nos colaboró para comprender perfectamente la realidad del cinco en los años setenta con respecto a la realidad en estos días del 2019.

Utilizando números y estadísticas Leitón nos explicó que para el diciembre de 1975 los chiquillos que corrieron a tocar puertas el 31, recogían en cada cinco el equivalente hoy día a 11 colones. Eso significa que los 13 cincos de aquellos setenteros años son exactamente 143 colones del 2019.

Lo que se debe entender es que los cincos de antes en verdad tenían valor para comprar golosinas en las pulperías, incluso, se podía comprar un cinco de arroz o de frijoles.

La tejita de hoy día alcanza para una Ranchita y por ahí para un bolihelado, se puden comprar cuatro confites de menta Gallito, como para darse una idea.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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