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Lesbiana tica: ‘Mi hermano me decía anormal’

Paulina Torres dice que en zonas rurales las mujeres homosexuales son más violentadas

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Hoy inician una serie de reportajes que explican el significado de las letras de la comunidad diversa, compuesta por la L, la G, la T, la B, la I y la Q.

La Teja se dio a la tarea de buscar a un representante de cada letra (con la T hay dos) para que expliquen ellos mismos su característica y cuenten parte de sus experiencia como personas diversas.

Las entrevistas van a aparecer en el orden de las siglas, empezando este lunes con la "L" de lesbiana y la "G" de gay.

La invitada de la "L" es Paulina Torres, activista, socióloga y docente de la Universidad Nacional, quien se dio cuenta de su preferencia sexual a los 16 años.

–¿Cómo salió usted del clóset?

Me di cuenta cuando tenía como quince o dieciséis años y fue como una bofetada. Vivía en una familia religiosa, y fui educada en la religión, donde se entendían las manifestaciones homosexuales como un pecado. Eso fue duro, en términos de una aceptación individual.

–Con esos complejos, ¿cómo pudo desarrollar su lesbianismo?

No entendía que me pasaba, no tenía amigas lesbianas, ni información, o qué leer . Había una Biblia y me fijaba en la parte que hablaba de homosexualismo. Era lo único que tenía. Pese a que sabía que era malo, según yo, lo asumí como una espera y cuando cumplí 18 años, lo hablé con tres personas antes de ir a un bar.

–¿Quiénes fueron esas personas?

Una compañera de cole que me dijo: ‘se le va a pasar, te va a llegar el príncipe azul y me dijo que hablara con la orientadora. La orientadora, quien me dijo que era una etapa, ‘se le va a pasar’ y una amiga feminista, que me dijo, ‘qué lindo, ojalá seas feliz’. Fue una reacción inesperada, de pronto pensé que no todas las personas reaccionan mal.

–Entonces, ¿qué pasó?

Cuando cumplí dieciocho tenía como opción ir a un bar de ambiente. Había conocido a un amigo gay, al que le conté y me llevó a Dejavu y así pude tener otros referentes visuales de las lesbianas.

–¿Y en su casa?

Lo hice cuando tenía 20 años, fue difícil, triste en medio de un conflicto.

–¿Cómo así?

Mi hermano mayor me trataba muy mal. Sospechaba, me decía tortillera, anormal, cosas así. Teníamos discusiones. Mami oía, pero no entendía y yo le decía que me iba a ir de la casa.

En ese pleito me preguntó que si me gustaban las mujeres y le dije que sí. Lloró, dijo que no lo aceptaba, pero que me respetaba.

–¿Y esa relación ha cambiado?

Sí, al tiempo salió del país y al regresar tenía una novia, pero estaba en otras condiciones. Yo también estaba más firme. Un día le dije que iban a hacer un grupo para padres de hijos como yo y dijo que iría. Me sorprendió. Cambió radicalmente, se transformó, se sentía más libre porque tenía todo el peso religioso encima.

- Antes de descubrir que es lesbiana, ¿cómo era usted?

Creía que me tenían que gustar los muchachos, tuve algunos noviecillos, pero no era nada púbico. Mi adolescencia fue tranquila, estaba más enfocada en mis cosas.

–¿Es difícil ser lesbiana en Costa Rica?

Soy una lesbiana privilegiada. Tuve educación universitaria y la posibilidad de estar en espacios de reforzamientos de actitud. Soy activista y lo asumo como un acto político, tengo los recursos intelectuales y emocionales para enfrentar la discriminación. Pero no es igual para las lesbianas de zonas rurales.

–¿Qué obstáculos tienen?

No tienen grupos de referencia, ni información. Existe el tabú de que ser diverso es una enfermedad y el mito de que a una lesbiana nos gustan todas las mujeres y eso se refuerza en esas zonas.

–¿Cuál es la lucha actual como lesbianas?

- La visibilización, cuando se usa el término homosexual somos más invisibles que el gay. Y Los medios de comunicación al hablar de la comunidad diversa solo muestran mujeres trans o imágenes que no corresponden. También que se nos reconozca la identidad lésbica en la atención médica, que está muy enfocada en lo gineco-obstreta.

Franklin Arroyo

Periodista egresado de la Universidad Federada. Integra el equipo de Nuestro Tema de La Teja. Trabajó en el Periódico Al Día, corresponsal del diaro Marca para Centroamérica y editor de la revista TYT del Grupo Eka.

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