A 2.200 kilómetros de la Basílica de los Ángeles, una pareja tica en Miami se ha encargado de llevar la devoción por la Negrita a Estados Unidos,
Carlos Hernández, de Guadalupe, y Guiselle Villalobos, de Moravia, son esposos desde hace 24 años, padres de Arianna y Karla, y devotos sin medida de la virgencita de los Ángeles.
Desde el 2009 organizan en su parroquia Cristo Rey una misa especial para honrar a la Patrona de Costa Rica, acompañada de bailes típicos, comidas ticas y hasta la giganta y el gigante.
No importa que sean los únicos ticos en esa iglesia: ellos se han encargado de sembrar la fe mariana hacia la Negrita en cada rincón del templo.
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“Nadie más celebraba a la Negrita aquí, así que decidimos hacerlo nosotros. Recuerdo que el primer año dibujé a la virgencita en una manta, le pedía a ella que me guiara cómo pintarla. Pinté un Jesús primero, pero al hacer la virgencita le caí encima y me sentí mal; dejé la manta secándose y cuando regresé de misa vi que el Jesús se veía a través de la virgencita, ese fue el mensaje que ella me dio, que no me sintiera mal porque donde está Jesús siempre está María”, recuerda doña Guiselle.
Negrita protectora
Los Hernández Villalobos no solo la honran, también aseguran haber sentido su protección en momentos duros. Una vez, cuando Guiselle iba en carro a buscar material sobre la historia de la Virgen, fue detenida por un policía. No tenía licencia, había vivido 23 años sin papeles, pero el oficial, al verla entre lágrimas la dejó ir sin multa ni arresto.
“Algo me dijo que no mintiera. Yo iba rezando, y creo que fue la virgencita que me cuidó”, dice con fe. En otra ocasión, cuando llevaban la imagen de la Negrita para un altar, detuvieron a don Carlos e iban los cuatro en el carro. Él también estaba sin documentos y temieron lo peor. Pero el policía, al oírlos decir que iban a la iglesia, también los dejó ir.
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“No hay duda, ella nos ha protegido. Lo hemos sentido. Siempre trabajamos honradamente, a pesar de no tener papeles por más de tres décadas”, comenta don Carlos, quien ahora trabaja como chofer de Uber tras una operación de cadera.
Compromiso real
Este matrimonio tico ha sido fiel a su promesa, tanto de esposos como de devotos. Aunque mucha gente les sugirió divorciarse para casarse con estadounidenses y arreglar sus papeles, nunca lo consideraron. “Respetamos nuestro juramento frente a Dios, y sentimos que la virgencita nos ayudó siempre por esa fidelidad”, aseguran.
El año pasado, a Guiselle le aprobaron la residencia. A don Carlos le llegó la suya el pasado Viernes Santo, justo en tiempos de leyes migratorias más duras. Ellos están convencidos de que fue un milagro más.
“Cuando vemos las persecuciones migratorias, solo decimos: gracias, Negrita. Y oramos por quienes aún no tienen papeles”, dice ella.
Fiesta el 9 de agosto
Este año, la celebración será el sábado 9 de agosto en su parroquia, ubicada en el 16000 SW 112 Ave, Miami, Florida.
La actividad arrancará a las 6:45 p.m. con una reseña histórica de la aparición de la virgen, luego vendrá la misa y un compartir entre ticos, latinos y hasta estadounidenses que han sido tocados por esta devoción.
La imagen que usarán este año ya está comprada en Costa Rica y la tiene la hermana de Guiselle en Zapote, esperando que algún tico viajero la lleve a Miami a tiempo. De no ser así, volverán a usar la imagen prestada que participó en la primera procesión, porque hubo una segunda imagen que se usó por años, pero el año pasado se quebró.
Todo lo recaudado con la venta de comidas irá destinado a la construcción de un nuevo templo para su parroquia. “Esta fiesta es de todos. La virgencita se ha hecho sentir aquí también y queremos seguir sembrando esa fe”, dice don Carlos.
Gran valor
Aunque llevan décadas lejos de Costa Rica, este matrimonio asegura que fue fuera del país donde más aprendieron a amarlo.
“Se valora más estando lejos. Costa Rica es un país bendecido, lleno de cosas hermosas y con una patrona que no olvida a sus hijos”, asegura doña Guiselle.
Ella pudo venir el año pasado y, por supuesto, visitó la Basílica. “Estar allá, en Cartago, me hizo llorar. Era como volver a casa, como estar en los brazos de una madre”, recuerda.
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Y como buena madre, la Negrita nunca se ha olvidado de ellos. Ni en la distancia, ni en las dificultades, ni cuando todo parecía perdido. Don Carlos y doña Guiselle son testigos vivos de que, donde hay fe, hay milagros.