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Muy íntimo: El sexo se cuida

Como consejo, no deje la intimidad para cuando esté cansado ni con sueño

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La sexualidad engloba una serie de sensaciones tan placenteras y gratas que resulta difícil de entender cómo porcentajes importantes de la población occidental, pierden el gusto por el sexo y se acostumbran a vivir teniendo pocas o ninguna relación sexual aún teniendo pareja.

Antes creíamos que era por culpa del matrimonio. Creíamos que era esperable que el deseo por “la pareja de siempre” se deteriorara con el tiempo, que la misma figura, la misma silueta, la misma persona terminara aburriendo. Eso lo decíamos en aquellos tiempos en que el matrimonio era la norma y era para siempre. Pero hoy, que tenemos vínculos efímeros que duran uno, dos o tres años, nos hemos dado cuenta de que no es la costumbre lo que desvitaliza la sexualidad, que no es que la pareja habitual aburre sino que el sexo debemos cuidarlo, cultivarlo y propiciarlo.

Se tenga 30 años de casados o solo unos cuantos meses, la sexualidad se debilita si no comprendemos que el sexo consume tiempo. A veces las parejas sin darse cuenta destinan tiempo para todo menos para la sexualidad, hay tiempo para ver fútbol, noticiarios, series de Netflix, novelas, navegar por Internet, mientras que la iniciativa sexual se relega a altas horas de la noche, compitiendo con el cansancio y el sueño.

Al inicio los amantes trasnochan, hacen de cada encuentro un festín sexual que, desde luego, pagan con desvelo y bostezos al día siguiente. Con el tiempo no hay cuerpo que aguante, y a veces ambos bajo un acuerdo entendido optan por dormir, o convierten aquellos largos y deliciosos encuentros sexuales en efímeros “superrápiditos” para no llegar trasnochados al trabajo al día siguiente.

Tener pocas relaciones y muchas de ellas a la carrera desvitalizan la esfera sexual, crean dudas y suspicacias, distanciamientos y vacíos que pueden debilitar los lazos emocionales. Cada pareja debe entender la importancia de cuidar el sexo. Al sexo hay que darle su espacio y su tiempo. Sus momentos deben ser sagrados, impostergables, y prioritarios porque redundan en beneficio de la relación de pareja y por ende, de la familia.

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