Tradicionalmente se ha considerado que el acto sexual, sobre todo antes de una competencia, es contraproducente para el rendimiento deportivo.
Hay dos factores que han propiciado esa creencia. Por un lado, la respuesta sexual termina con un periodo de relajación altamente reconfortante e intenso, que muchas veces es interpretado como una etapa de cansancio o debilidad y bajo esa percepción se temía que minara la fuerza necesaria para las competencias.
Por otra parte, todavía está muy difundida la creencia de que el sexo es la energía de la vida y que el semen es un líquido particularmente energético. Se pensaba que su salida debilitaba seriamente al organismo.
Ninguna de esas creencias es cierta. Particularmente, el semen no guarda ningún contenido extra de energía, más allá de un poquito de fructuosa, que suele estar de sobra tanto en los atletas, como en los no atletas.
Además, la cantidad de energía que se pierde en una relación sexual vigorosa e intensa es menor a las 100 calorías, cifra que es paupérrima para el individuo promedio.
Sin embargo, hay varias razones extra sexuales que sí explican por qué muchos entrenadores prefieren que sus pupilos no tengan vida sexual antes de una justa deportiva.
Por un lado, en algunos atletas la sexualidad no se vive en el seno del hogar, ni con la intimidad de la pareja, sino que se busca en discotecas, antros y clubes nocturnos, bajo el aura del licor, las drogas y el tabaco. Además, esas conquistas sexuales ocurren, con frecuencia, a altas horas de la noche; propiciando la desgastante “trasnochada”. Ambos factores condicionan de manera clara una disminución en el rendimiento deportivo.
En el mismo sentido, en competencias continuas, como la Copa del Mundo, o las Olimpiadas, además de los riesgos señalados, también existe la posibilidad de que si los atletas viajan con sus parejas, la interacción de estas con el grupo no evolucione de la mejor manera y genere roces o focos de tensión que atentan contra la concentración del deportista que es clave en ese tipo de eventos.
En otro orden de cosas, es común que surja la pregunta si los atletas son mejores sexualmente. La respuesta es simple y basta con recordar que la sexualidad no es un ejercicio, y mucho menos una competencia. Lo que importa es la espontaneidad, la curiosidad, el apego, la expresión de afecto, el alejarse de las inhibiciones. Ese es realmente el punto y no el estado del cuerpo.
Lo que sí es cierto es que los atletas, sobre todo los que son de alto rendimiento, manejan niveles bajos de colesterol y otras grasas, tienen una mejor circulación, cuentan con un corazón fuerte y una buena estructura ósea, factores que mantienen íntegra la respuesta sexual por más años. Por eso, el ejercicio nos permite que la sexualidad nos acompañe más tiempo en la vida.