El obispo de Ciudad Quesada, monseñor José Manuel Garita, recordó que tuvo 7 encuentros directos con el papa Francisco.
Entre todos ellos le llevó más o menos como 5 kilos de cafecito de Costa Rica porque cada vez que lo vio, no le faltó el paquetico de café.
El sacerdote sancarleño asiste a la misa por el fallecimiento del papa Francisco que convocó la Nunciatura Apostólica, este viernes 25 de abril, a partir de las 11 de la mañana.
La Nunciatura Apostólica es la representación del Vaticano en Costa Rica.
La primera vez que se encontraron fue en 2014, con el curso para los nuevos obispos; luego, en 2016, para el Congreso Internacional de Pastoral Vocacional.
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Asimismo, en 2017, durante la Visita ad limina se volvieron a reunir, en ese entonces junto con los otros obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica. Esta visita es la que deben hacer todas las Conferencias Episcopales del mundo más o menos cada 5 años y en el cual los obispos le dan cuentas al papa de lo que están haciendo en sus diócesis.
En 2019 se dio un encuentro con motivo de los obispos que cumplían cinco años de ordenación episcopal. Ese encuentro incluyó ejercicios espirituales y luego oportunidad de compartir con el papa; y, además, ese mismo año se volvieron a encontrar durante la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá.
Luego, el 27 de octubre de 2021 se volvió a dar la oportunidad de encontrarse en el Vaticano, en aquel momento, monseñor Garita también le había llevado café de Costa Rica al papa, tras una Audiencia General.
La última vez fue en la primera audiencia del año 2025, del Santo Padre, en el Aula Pablo VI del Vaticano, el miércoles 8 de enero de 2025. Monseñor asistió junto con un grupo de 50 peregrinos de la peregrinación jubilar de la diócesis de Ciudad Quesada.
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En todas las visitas monseñor Garita siempre le llevó cafecito tico al papa Francisco, quien siempre dijo del café tico “es el mejor del mundo”.
Revolución de la misericordia
“A nuestra amada Costa Rica dedicó palabras de aliento, reconociendo el valor de nuestra tradición de paz, y alentando siempre a los fieles a vivir la alegría del Evangelio. Ni qué decir su caricia más espontánea cuando nos decía que nuestro país tiene el mejor café del mundo.
“Francisco fue un pastor que se abrió a las periferias, a los descartados, a los que por mucho tiempo se sintieron lejos del amor de Dios. Con gestos simples y palabras valientes, enseñó que la iglesia es un hospital de campaña donde se acoge, se escucha y se cura. Su magisterio y su servicio pastoral se resumen en una auténtica revolución de la misericordia”, agregó el obispo de Ciudad Quesada.