Se dice que habrá un antes y un después cuando termine la pandemia. Y lo dicen con la esperanza de que los seres humanos seamos mejores.
Sí, todo sera diferente pero en lo económico, como humanidad seremos la misma cosa.
Tendremos un mundo más pobre, muchos sueños desbaratados y un violento rezago en la educación de niños y jóvenes. Solo sumar lo que esta generación ha perdido en días lectivos por huelgas antes de llegar el covid-19, más el caldillo de pollo educativo que les están dando de forma virtual, es sencillamente para llorar.
Pero en la parte humana todo seguirá igual o peor. El que ha sido solidario en esta pandemia es porque ya lo era, el que ha sido malagradecido es porque ya lo era.
Y es que muchos indeseables comportamientos la pandemia los ha hecho más evidentes. Los más jóvenes son los que más se contagian de covid-19, pero los que sufren las consecuencias son los viejitos. Unos se comen la piña y a otros les duele la panza.
Así lo revela Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS). "Las personas jóvenes son los principales impulsores de la propagación de la enfermedad", advirtió.
Detalló que en todo el continente la concentración de contagiados está entre 20 y 59 años, pero en cambio el 70% de las muertes se dan entre los mayores de 60 años.
Etienne explicó que muchos de los jóvenes que se contagian tienen un cuadro leve y no requieren ser internados en cuidados intensivos, pero van a trasmitir la infección a otras personas que sí van a ser hospitalizadas. O sea, mientras yo esté bien...