Don José Antonio Ortega nos sorprendió el pasado martes al donar una invaluable colección precolombina compuesta por 28 piezas, que van desde el año 100 a.C al 1500 d.C.
Este orgulloso paraíseño, a pocos días de cumplir sus 78 años, lejos de esperar regalos más bien nos obsequió ese tesoro que formó a lo largo de su vida.
Don José hizo el ofrecimiento al Museo Nacional con el único interés de que las generaciones futuras tengan la oportunidad de profundizar sobre nuestros orígenes.
Su gesto adquiere una mayor dimensión al cuidar por tantos años esas piezas, entre las que hay diversos tipos de vasijas, una decorada con una ranita en relieve y hasta un metate. En su casa ni siquiera las exhibía, las mantenía muy bien guardadas.
Y fue más allá, en 1984, cuando se dio la posibilidad de inscribir las colecciones él se puso a derecho con el Museo Nacional.
No descarto que muchos lectores apenas vieron la publicación y las fotos de las piezas, pensaron que mejor se las hubiera dejado o incluso que pudo negociarlas. Y aunque esto es ilegal, sabemos que hay un fuerte mercado negro detrás de estas obras.
Y como muestra un botón. El Museo Barbier-Muller de Arte Precolombino hoy en Ginebra, Suiza, pero que nació en Barcelona, en algún momento subastó una enorme colección de piezas indígenas ticas, algunas valoradas en más de 100 mil euros.
“Hay dos cosas muy importantes y dignas de destacar en don José Antonio: su interés, el afecto y el compromiso que puso a lo largo del medio siglo durante el que custodió estas piezas de nuestro patrimonio arqueológico”, agradeció Sylvie Durán, ministra de Cultura. Y hacemos nuestras esas palabras.