Por más bulla que le quieran hacer al partido de esta noche, entre Costa Rica y Estados Unidos, el “hasta el último minuto” terminó el domingo con el pitazo final del árbitro jamaiquino, Daneon Parchment, en el Estadio Cuscatlán.
Allá en El Salvador, con el 2 a 1, la Sele culminó un repunte impresionante en una eliminatoria que siempre estuvo cuesta arriba y amarró el repechaje. Soñar con más es vivir en otro planeta.
Debemos darnos con una piedra en el pecho. De casi no tener nada, tenemos medio boleto para el Mundial de Catar, y hay chance de lograr el medio boleto faltante si vencemos al ganador del juego de hoy entre Nueva Zelanda e Islas Salomón.
Hoy tampoco funciona la premisa de que el próximo partido (ante Estados Unidos) es el más importante. Todas las baterías deberían enfocarse en el decisivo duelo del mes de junio (13 o 14).
El seleccionador nacional, Luis Fernando Suárez, no se debería rebanar los sesos pensando en quienes lanzará a la cancha del Estadio Nacional. No debe arriesgar a los que tienen amarilla hasta que la FIFA no aclare los nublados del día.
La visita del equipo norteamericano debería verse como un fogueo de lujo y a estadio lleno. No da para más porque todo nos lo jugaremos a un solo partido de repechaje al que debemos llegar bien armados.
No es únicamente asistir a otro Mundial, es ayudar a la reactivación económica del país, es tener circo después de dos años de pandemia, de luto, de crisis económica; después de una violenta e injustificada invasión rusa a Ucrania, precios de la gasolina por las nubes y una deprimente campaña política.
Necesitamos esa válvula de escape que comenzará el 21 de noviembre con los ya cercanos vientos navideños.