Keylin Jiménez, de 27 años, y su hijo Dereck Cordero, de ocho añitos, salen un momento de clases para ir a comer.
Ambos aprovechan el servicio de comedor del Liceo Nocturno José Joaquín Jiménez Núñez, en Guadalupe. Keylin está en octavo y retomó los estudios porque sueña con sacar el bachillerato.
“Cuando matriculé me dijeron que podía traer a mi hijo y la verdad me encantó la idea, porque mi esposo trabaja de noche y por eso no me puede ayudar con el cuido.
"Me parece que la cena llena bastante y eso me ayuda a no perder la concentración, pues no debo pensar dónde comprar algo para comer. Mi meta es ganar el quinto año y soy consciente del sacrificio que todos hacemos, porque Dereck y yo llegamos a la casa a eso de las 10:30 de la noche”, detalló la esforzada mamá a La Teja.
Según la Dirección de Programas de Equidad del MEP, el 80% de los estudiantes de coles nocturnos comen en sus instituciones, lo que los motiva a seguir en las aulas. Y es que de esa forma se sienten valorados y además, como gente adulta, realmente agradecen el esfuerzo del MEP para que sigan en las aulas.
Recordemos que muchos de los estudiantes de los coles nocturnos son gente empunchada, trabajadora, con responsabilidades de distinta naturaleza, quienes después de la jornada laboral salen soplados a clases.
A muchos ni siquiera les alcanza para comprarse un café y menos acompañarlo con alguito. Es de aplaudir el esfuerzo del MEP, porque por más ganas que le pongamos a concentrarnos para aprender la lección, si hay hambre esta termina venciendo cualquier esfuerzo mental que hagamos.