Rosaura Jiménez volvió a nacer el 23 de mayo del 2018.
Ese día se sometió al primer trasplante de hígado conocido como “Split”, una técnica que permitió que de un mismo órgano salieran beneficiadas ella y una niña de dos años.
A Jiménez la intervinieron en el hospital México y al día de hoy se siente feliz y con una nueva oportunidad para disfrutar a su familia.
“Mi vida dio un giro increíble. Debo seguir una serie de cuidados, pero eso no me imposibilita trabajar y hacer cosas que en los últimos años no podía, debido a la enfermedad”, contó.
Entre los cuidados están no ingerir comida añeja, comerse los alimentos muy calientes, no tomar agua del tubo, usar mascarilla cuando hay aglomeraciones de gente, no comer frutas y tomar dos medicamentos al día.
“Siete meses después del trasplante me dieron permiso para trabajar. No me puedo descuidar porque por mi trabajo a veces debo ir al aeropuerto Juan Santamaría y allí se concentra mucha gente”, expresó.
Rosaura destacó que gracias al trasplante puede seguir cuidando a su hija María Luisa, de 14 años.
“Tengo 3 hijos más, pero ya están grandes y una como madre siempre se preocupa. Si me hubiera pasado algo, ella hubiera tenido que irse al extranjero con mi hermana”, agregó.
Una espera interminable
En el 2011 empezó el calvario para Rosaura, pues cada vez que iba al hospital le decían que lo que tenía era hepatitis.
“Al inicio sentía el típico malestar de cuando la comida te cae mal, pero los días pasaban y no mejoraba. No daban con la enfermedad y tuve que ir a un hospital privado, para darme cuenta que lo que tenía era una cirrosis avanzada, provocada por una enfermedad autoinmune en mi cuerpo”, manifestó.
Esta valiente de 52 años comentó que con el tiempo su situación era cada vez más complicada. Todo lo que comía lo vomitaba, bajó mucho de peso y su piel se ponía de color verde.
Al inicio fue atendida en el hospital San Juan de Dios y en el 2015 la trasladaron al centro hepático del México y allí empezó a recibir tratamiento, en espera de un donante, este llegó 3 años después.
“El día del trasplante me llamaron y me preguntaron si estaba resfriada. Me pidieron que me fuera lo más rápido posible al hospital porque había un posible donador. Antes de irme, fui a abrazar a mi familia, porque no sabía cómo resultaría todo y para mi fortuna, el trasplante fue un éxito”, agregó.
Agradecida
Rosaura es una persona agradecida con la vida y con las personas que hicieron posible el trasplante.
“A pesar de todo, agradezco al personal de la Caja porque si no fuera por ellos probablemente hubiera muerto, pues no tenía los recursos para pagar el trasplante”, manifestó.
También envió un mensaje para que nadie se niegue a donar un órgano de un familiar fallecido, ya que muchas personas están esperando una nueva oportunidad.
“Ninguna enfermedad te enseña a morir, más bien te enseña a vivir”, finalizó.