Todavía no había terminado la pandemia en el 2020, cuando un pájaro rojo, de esos que los abuelos llamaban Sangre de Cristo, llegó por primera vez a la casa de la familia Cedeño Ceballos, en Puerto Jiménez de Puntarenas.
Don Catalino Cedeño Cedeño, quien tiene 76 años y es de la pura cepa de Puerto Jiménez, nos contó que el Sangre de Cristo llegó, por primera vez, en el 2020, y en su corazón, y en el de su esposa, doña Rita Ceballos Aguirre, sintieron que la visita de ese pajarito rojo era una señal de que todo iba a estar bien.
“Habían pasado los peores meses de la pandemia y el pajarito fue esa señal que le dijo a mi familia que todo iba a estar bien, que ninguno se enfermaría de covid-19; así lo sentimos y, gracias a Dios, así sucedió, ninguno se enfermó.
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“Al año siguiente, en el 2021, otra vez llegó el pajarito rojo y, de nuevo, sentimos esa sensación de que su presencia nos decía ‘tranquilos que a ustedes no les va a pasar nada’.
“La verdad, desde el 2020, que el Sangre de Cristo llega todos los años puntual para esta época, a mi familia, gracias a Dios, no le ha pasado ningún mal”, asegura don Catalino con mucha fe en Dios.
Se llama Mateo
Por supuesto, como tenía que pasar en un hogar tico, ya desde la segunda vez que llegó el ave se dejó de llamar pajarito rojo, y la familia de una vez le puso de nombre Mateo.
“Le pusimos Mateo porque es el primer evangelio del Nuevo Testamento de la Biblia y en mi familia somos muy católicos. Le pusimos nombre bíblico por la señal que nos trajo”, reconoció don Catalino.
Doña Rita y su esposo aseguran que el pajarito no les ha fallado con su visita desde el 2020, y eso les encanta porque se queda algunos días desde antitos de Semana Santa hasta finales de junio.
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“Es algo extraño, cuando llega Mateo, en la casa se siente una paz increíble, también una gran alegría. Nos ha pasado que, tal vez, mi esposa y yo estamos discutiendo por lo que sea y cuando vemos el pajarito, dejamos de discutir al instante y nos contentamos.
“Algo pasa, él llega, nos alegramos y ya corremos para darle de comer porque nos visita y no perdona que no le tengamos su banano. También nos sorprende que, si llega y no estamos, nos espera todo el tiempo que sea; él no se va hasta que nos vea bien”, comenta el “papá” de Mateito.
El año para esta familia se divide en dos: cuando no está Mateo y cuando sí está. Don Catalino ya está entendiendo que su familia acomoda su horario de vida dependiendo de las visitas de Mateo.
El pajarito manda
“En la época en que él nos visita casi ni salimos porque tenemos que esperarlo con los bananos. Pasamos pendientes de él. Si yo salgo, mi esposa se queda y si ella sale, yo no salgo. Siempre tratamos de que alguno esté por si Mateo llega.
“Es que entendimos que, si no estamos y le dejamos el banano, pues no se lo come. Él tiene que comer de nuestras manos, si no prefiere irse sin comer, y cuando come lo hace, directamente, de nuestras manos”, asegura.
El matrimonio tiene dos hijos, cuatro nietos y un bisnieto. Todos pasan pendientes de la época en que llega Mateo. “Es raro, porque alimentamos a otros pájaros, pero ninguno entra a la casa y mucho menos dejarse tocar, pero el Sangre de Cristo se deja acariciar de todos, hasta de los nietos.
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“Lo consideramos uno más de la familia. Es algo particular, desde que Mateo llega a la casa estamos muy bien, Dios está en nuestros corazones y no nos va mal, por eso yo estoy convencido de que es una señal de Dios para nuestro hogar”, dice con total seguridad don Catalino.
¿Milagro?
No es la primera vez que don Catalino tiene un encuentro muy particular con un pajarito. Nos asegura que cuando era carajillo vivió una experiencia celestial.
Se esperó un tiempo para ir a ver los pajaritos del nido que estaban como a cinco metros de altura en un árbol, justo a la par de una cerca de púas. Cuando estaba a la misma altura del nido, se le quebró la rama y se cayó.
“Cuando iba para el suelo, directo a los alambres de púas de la cerca, sentí como que un ángel me sostuvo entre sus brazos y me puso en el suelo. No me pasó nada, cuando me di cuenta, estaba sentado en el suelo sin un solo rasguño. Sentí una cosa hermosa en el pecho y entendí que sí, que un ángel me había atajado”, aseguró.
Dionisio Paniagua, guía naturalista, especializado en aves y quien vive a 100 metros de don Catalino, nos confirma que Mateo es un cardenal, un ave migratoria de las que desde octubre a abril se quedan en Costa Rica y después buscan otras zonas más cálidas. Pasan huyéndole al invierno.
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“Es un ave que come avispas y abejas, como se alimenta de las larvas de las abejas, destruye muchos panales pequeños. Es muy poco común que llegue todos los años a una misma casa y que se deje tocar por humanos. Como pasan migrando, es común que se estrellen contra ventanas. Mateo ha corrido con mucha suerte de que no le haya pasado nada”, explicó.