Don Orlando Pacheco Pizarro tiene 67 años de edad y es papá de 3 hijos. En abril pasado sufrió un infarto cerebral que lo pudo haber matado, pero él pudo identificar bien lo que le estaba sucediendo y ese conocimiento le salvó la vida.
“Primero Dios, después que sabía los síntomas, eso marcó la gran diferencia entre vivir o morir. Una vez entendí lo que me estaba pasando, me apuré a buscar atención a pesar de que no podía ya ni mover la boca”, recordó.
Lo que parecía un día normal de abril terminó por transformarse en nueve días internado, cinco de ellos en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Don Orlando tenía que coger el bus para ir a su casa en Heredia; como estaba a tres cuadras de la parada y vio el bus, se pegó una carrera de 300 metros para no perderlo.
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Pagó el pasaje y, de inmediato, se comenzó a sentir mal. El chofer le habló y ya no le pudo responder, pero creyó que había sido por la agitación del carrerón. Un muchacho lo vio y le preguntó si se sentía bien, y solo pudo responderle que sí, con la cabeza. Igualmente, no pudo hablar.
“Me comencé a sentir muy mal en el bus, me dolió la cabeza, empecé a sudar muy frío y, de un pronto a otro, ya no pude mover más mi mano derecha ni mi pie derecho. Fue ahí cuando entendí que estaba sufriendo un infarto cerebral. Los doctores le llaman ictus; o sea, un accidente cerebrovascular.
“Mi hermano y dos sobrinos son doctores y con ellos aprendimos en casa los síntomas de un infarto cerebral, por eso siempre los tuve muy presentes”, relató este nativo de Puntarenas, quien es casado y tiene tres hijos. El bus duró unos 45 minutos en llegar a su casa. Eran como las 2 de la tarde.
Carrera contra la muerte
Como no podía hablar, a como pudo, le escribió en su celular a la esposa y al hijo lo siguiente: “estoy sufriendo un episodio cerebrovascular” y a partir de ahí comenzó la carrera contra la muerte.
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Lo llevaron de urgencia a la clínica de Santo Domingo de Heredia, y ahí lo atendieron rapidísimo por los síntomas y le hicieron un pequeño examen; lo pusieron a tocarse la oreja con la mano y se tocaba la cabeza, si le decían que se tocara la nariz, se tocaba un ojo o el cachete. Ya tenía la boca un poco torcida.
“Me mandaron en una ambulancia, junto con un doctor y una enfermera, al hospital de Heredia. Nunca perdí la conciencia, escuchaba y veía todo lo que pasaba.
“En el hospital pasé al cuarto de trauma y en un segundo me cortaron toda la ropa. Me hicieron un TAC y casi al instante tomaron la decisión de mandarme en ambulancia al Hospital México. Iban a ser las 4 de la tarde, y ya habían pasado dos horas desde el bus”, explicó.
En el México lo sentaron en una silla de ruedas y ya lo estaba esperando un neurólogo, el doctor Carazo.
“El neurólogo decidió realizarme un procedimiento que se llama Trombólisis, que ayuda a que el flujo sanguíneo vuelva a la normalidad, ya que destruye los posibles coágulos de sangre”, manifestó el porteño.
Cuidados Intensivos
El asunto fue bien grave, tanto así que pasó nueve días internado en el hospital México, cinco de ellos en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
“El doctor Carazo me dijo: ‘usted tuvo mucha suerte, llegó dentro del tiempo permitido para que una Trombólisis pueda realmente despedazar un coágulo de sangre. Después de cuatro horas, dependiendo del paciente, no hay nada que se pueda hacer porque ya los coágulos han afectado’.
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“Me preguntó que cómo había logrado llegar dentro de las cuatro horas de tiempo. Entonces, le expliqué que había identificado los síntomas. Ahí fue cuando me dijo que esa fue mi gran salvada, pues al saber lo que pasaba busqué ayuda oportuna, ya que hay gente que no se da cuenta a pesar de los síntomas y se acuestan esperando mejorarse y ya después no hay nada que hacer o fallecen”, comenta.
Camaleón
El doctor Óscar Esteban Buitrago Carazo, médico especialista en Medicina de Emergencias, y actual presidente de la Asociación Costarricense de Médicos Emergenciólogos, recomienda utilizar la estrategia del camaleón en estos casos. ¿Por qué estrategia camaleón? Porque los síntomas del ACV pueden cambiar o disfrazarse, como lo hace un camaleón.
El truco está en ver más allá de lo evidente y actuar rápido, explica el doctor Buitrago, quien además menciona los síntomas que se deben reconocer:
Utilizamos la palabra C-A-M-A-L-E-Ó-N como una guía práctica:
- Cara desviada: la sonrisa se ve irregular.
- Arm (mano) o pierna débil: no puede levantar un brazo o se le cae.
- Movimiento torpe o repentino desequilibrio.
- Articulación de palabras alterada: habla enredada, confusa o no puede hablar.
- Lenguaje incomprensible o confusión repentina.
- Empeoramiento súbito de visión: en uno o ambos ojos.
- Órdenes simples que no puede seguir.
- Náuseas, vómitos, o dolor de cabeza muy intenso y súbito, sin causa aparente.
¿Qué hacer?
El doctor responde: “¡Actúe de inmediato! Llame al 9-1-1 o vaya al servicio de emergencias más cercano. Cada minuto cuenta: el tiempo es cerebro. No espere a que los síntomas mejoren solos. En este caso, es urgente la valoración médica inmediata.
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“En Medicina de Emergencias, sabemos que reconocer a tiempo un ACV puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, o entre una recuperación total y una discapacidad permanente. No lo dude: si sospecha, actúe. Mejor una falsa alarma que una oportunidad perdida”.