Ir a clases es de lo más normal para la mayoría de estudiantes del país, pero para los alumnos del Liceo Franco-Costarricense es un acto de puritica valentía, porque deben cruzar una calle sin semáforos, mientras rezan para que un imprudente no los atropelle.
Y las oraciones dan resultado porque casi nunca hay accidentes, casi nunca, porque el miércoles de la semana pasada un estudiante terminó en el hospital: lo agarró un bus. Por dicha todo terminó en un golpazo, aunque pudo ser peor.
El viernes anterior nos fuimos, con cámara en mano, a las siete de la mañana a ver cómo los estudiantes del Franco se rifan el físico todas las mañanas como nos lo habían advertido. Claro, ni a palos nos le metimos al toro, vimos las corridas desde la barrera.
De siete a siete y media de la mañana vivimos un desfile de estudiantes que realmente asusta. Los chiquitos, muchachos y algunos padres, se acomodan en un lado de la calle, se concentran para aprovechar el momento de menos carros y cuando lo consideran seguro, se tiran a pista y hacen lo de la ranita del juego electrónico, pasan carro por carro hasta que llegan al otro lado.
Casi nadie para. Los choferes de los buses se hacen los majes y los motociclistas, que pasan entre los carros, son uno de los peligros más grandes para los chiquitos porque cuando los estudiantes se capean un carro, las motos les pasan rozando el bulto.
“En ese cruce no ha muerto un niño solo porque Dios es muy grande. Nadie respeta, nadie se detiene, nadie piensa en los estudiantes. Ya son muchos años de estar pidiendo un paso peatonal y nadie nos escucha… en ocasiones uno piensa que seguro están esperando que un niño muera para poner un semáforo ahí”, comentó muy dolida doña Kattia Ortega, quien tiene dos hijos en el Franco-Costarricense, y conoce al estudiante que fue atropellado.
El Franco queda en Concepción de Tres Ríos, cuando llegó a esa zona a mediados de la década de los años 70, en verdad solo pasaban más carretas con bueyes que carros, pero en pleno 2017, el asunto es otro, los carros pasan por cientos y como un kilómetro para arriba y para abajo del centro educativo no hay ni semáforos ni muertos, todos suben y bajan con buena velocidad.
Lo que hacen los tatas, para medio tener un poco de seguridad, es que al juntarse un puñito de alumnos, uno o dos se ofrecen como carnada para detener carros y así pasar todos, mientras esos dos valientes frenan a pura mano el tránsito.
Mientras hacíamos las fotos, nos agarró tremenda congoja de ver cómo se la jugó doña María Isabel Alpírez para cruzar con su hija Emma al cansarse de ver que nadie se detenía. Se tuvo fe y alzó la mano para detener el tránsito, solo así pudo lograr el espacio que ocupaba para pasar de acera a acera.
“Me acuerdo que hace como dos años, intentando cruzar con mi hija, casi casi me la agarra una moto, pero por dicha la jalé a tiempo y solo fue el gran susto. Nosotros nos jugamos la vida todas las mañanas y nadie nos atiende.
“Tenemos cinco años de esta solicitando a las autoridades un paso peatonal, un semáforo, y no nos dan respuesta, en una ocasión nos dijeron los del Conavi que por ahí no pasaba tanto carro que justificara un semáforo”, afirmó doña María Isabel.
Contactamos al departamento de prensa del Conavi y nel pastel, nadie nos respondió, también contactamos al Franco y nos dijeron que posiblemente nos devolvería la llamada don Willy Orozco, pero seguro se quedó sin saldo, porque nuestro teléfono no sonó, mientras tanto, hoy, cuando usted nos lea, los alumnos del Franco estarán viviendo otro capítulo más de una novela de terror que podríamos llamar “Peligro de Muerte”.