Pulseador que vivía en el carro: “Me despertaron con muy buenas noticias”

Le llevaron pastillas para la presión, le pagarán la dormida y cinco mecánicos se ofrecieron para arreglarle carrito

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Don Eduardo Vega Ávila, un pulseador que vivía en su carro, nos confirmó, emocionado y agradecido, que en la mañana lo despertaron con buenas noticias.

“Recibí muchas llamadas de gente que quiere ayudarme… ¡Dios es grande!”, nos dijo.

Este martes 28 de julio publicamos una nota en la cual contamos que don Eduardo está viviendo en su carro, en el barrio Vasconia de San José, porque como se le jodió el motor y el carro no camina.

Con eso se quedó sin el machetico que le permitía ganarse la plata para pagar un cuarto donde dormir.

“La pandemia me tiene durmiendo en el carro. En marzo, cuando empezaron los casos de coronavirus, yo estaba bien, dormía en un cuartito que pagaba en Tibás y la pulseaba bonito con mi carro entre las paradas de Tracopa y Musoc, transportando la gente que llega a San José de la Zona Sur. No puedo decir que me iba mal”, nos explicó.

Luego las cosas se pusieron cuesta arriba, como para tantas personas en el país y en el mundo.

“Conforme fue avanzando el covid-19 las calles se empezaron a vaciar, también los buses con pasajeros fueron menos y se me complicó lo económico. Para peores, en abril pasado se me jodieron unas válvulas del motor del carro y ya en mayo no me caminó más”, dijo.

En la visita que le hicimos nos contó cómo ha estado haciendo durante todo este tiempo para subsistir. En una bomba cercana le echan la mano con agua y el servicio, cuando puede lavar la ropita la seca en el carro y ahí mismo la guarda, en la cajuela.

Bendiciones

La cosa es que este martes fue un día algo diferente.

“A las seis y media de la mañana comenzó a sonar el teléfono, todas las llamadas eran puras bendiciones. Una persona me dijo que buscara un hotelito cómodo por la zona y que ella me lo pagaba.

“También hubo gente que llegó y me dejó las pastillas para la presión (Enalapril de 20 mg), además, entre las muchas llamadas de buenas noticias, cuatro fueron de mecánicos que se pusieron a la orden para arreglarme el carro sin costo alguno”, asegura don Eduardo ,quien tiene 60 años y es hipertenso.

De hecho, en la tarde de este martes, cuando conversamos con él vía telefónica estaba en plaza Víquez, en la recepción del hotel Claro de Luna, afinando los últimos detalles para pasar una semana ahí.

“Será cuestión de una semana porque eso es lo que dura el mecánico arreglándome el carrito, yo no me voy a abusar, una vez el carro esté pura vida, vuelvo al trabajo y a luchar todos los días por mi sustento y mi techo.

“Yo sabía que Dios jamás me abandonaría. Estoy muy agradecido porque mucha gente me ha demostrado que el corazón del tico es muy grande. Vendrán mejores días para mí, de eso estoy seguro porque ya con el carrito arreglado voy a volver a ser el mismo de siempre que sale toda las mañanas a ganarse el pan con un trabajo digno”, reconoció el pulseador.