¿Qué pasó con el cura que mandó a sacrificar a la perra Camila?

El fue sentenciado a 30 días multa

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La Teja localizó a Carlos Artavia, quien siendo vicario de la iglesia de San Juan de Tibás, tuvo que sentarse en el banquillo de los acusados luego de que trascendiera que dio su consentimiento para que en una veterinaria le aplicaran la eutanasia a Camila, la perrita a la cual le gustaba meterse en la iglesia y andar en los entierros.

Artavia no quiso hablar del tema y se sorprendió un poco porque pudimos localizarlo, ya que asegura que no usa redes sociales.

La Curia Metropolitana confirmó que Artavia dejó los hábitos hace más de 10 años. En la página del Tribunal de Elecciones aparece como casado y con una hija.

En los archivos del Grupo Nación consta parte de la sentencia que recayó sobre Artavia en aquel momento, la cual lo declaró culpable.

Según el juez Douglas Durán, del Juzgado Contravencional del II Circuito de Goicoechea, Camila nunca representó un peligro para los feligreses católicos del centro de Tibás, ya que no atacó ni amenazó con morder a nadie.

Artavia fue sentenciado al pago de 30 días multa luego de haber sido hallado culpable de haber dado muerte a un animal sin necesidad alguna. Le impusieron la pena máxima a razón de ¢1.000 diarios para un total de ¢30.000.

No era peligrosa

El juez Durán destacó dos pruebas en el caso.

Una fue un documento, aportado por la misma defensa, en el cual aparece la firma del religioso dando el visto bueno para que se le practicara la “eutanasia animal”.

Otra fue el hecho, de que, según el juez, a lo largo del debate no hubo un solo testigo que declarara que Camila era un animal que representara un peligro porque atacara o mordiera”.

“Lo más cercano fue alguien que dijo que les ladraba a las personas”, dijo entonces el juez.

Además, tampoco se recibió ningún testimonio que sostuviera que se trataba de un animal enfermo, con llagas o lleno de moscas, agregó el licenciado Durán.

“Más bien era un animal no solo bien alimentado, sino que dormía y lo atendían en algunas casas. Incluso, un testigo manifestó que la dejaba (a Camila) jugar con sus hijas.

Medida exajerada

Según el juez, en términos jurídicos, no era necesariao matarla.

“Porque nos estorbe, porque entre en nuestras casas o porque entre a la casa del Señor –porque yo también soy católico y voy a misa– no por eso hay que matarla. Hay que ser más tolerante. Si molestaba, la solución no era matarla. La solución hubiera sido otra”, manifestó el juez Durán.

El juez fue clarísimo y dijo que si la perra hubiera atacado y mordido a alguien o si hubiera estado enferma de gravedad, él habría absuelto al sacerdote.

Durán recordó a san Francisco de Asís, quien advertía que los animales “son criaturas de Dios”.

El sacerdote dijo en aquella oportunidad que todo tuvo su origen cuando acudió a una clínica veterinaria donde simplemente le recomendaron la “eutanasia” y agregó no tener reparo en ofrecer sus disculpas a todos aquellos a quienes hubiera mortificado son sus acciones.