Nacional

Sabrosas sandías crecen en el cementerio de Palmar Norte

Son dulces, jugosas y buenas de tamaño. En cualquier feria se irían volando porque además no llevan abonos químicos.

EscucharEscuchar
El empleado del lugar tanteó una que ya estaba lista para para saborear. Alfonso Quesada.

A la hora de sorprendernos, la naturaleza es una maestra.

En Palmar Norte, un pueblo muy lindo de Osa donde aún se ven lapas rojas en los almendros, ocurre desde hace tres años algo que llama muchísimo la atención.

Allí se dan unas sandías grandes y sabrosas que volverían loco a Valdeir “Badú” Veira, quien fue entrenador de la Liga, de Saprissa y de la Sele. ¿Recuerda que Badú les recetaba sandía a todas horas a los jugadores a los que dirigía?

Afirmaba que unía al camerino y que tenía muchas propiedades (lo cual es cierto) y también mucho simbolismo para un equipo de fútbol: verde como la gramilla y roja como la pasión...

Bien, volvamos a Osa, que es donde crecen las sandías de esta historia. Son dulces, llevan buen sol y en cualquier feria del agricultor sin duda se venderían como pan caliente. Eso sí, quizás sería bueno que los trameros pasaran por alto el detalle de su procedencia.

Resulta que son cosechadas nada más y nada menos que en el cementerio de Palmar Norte, entre tumba y tumba se encuentran las pelototas verdes llenas de frescura.

La cosa es que los empleados del camposanto empezaron a sembrarlas sin mucha expectativa y se llevaron el sorpresón de que las matas crecieron muy vivas y alentadas y dieron sus buenas sandiotas coloradas.

Las frutas se ven sabrosas. Alfonso Quesada.

Habrá personas a quienes no les hará mucha gracia meterle el diente a una sandía que creció entre tumbas, pero no pasa eso con los breteadores del lugar; ellos no le hacen ascos a tan apetitosas frutas.

“Este terreno es muy fértil. Nosotros las sembramos y nosotros las consumimos, otras las regalamos. Hay personas que nos han dicho que ellos no las comerían porque son alimentadas por tierra de muertos, pero nosotros y otras personas no le tomamos importancia y las disfrutamos”, contó Jorge Sánchez, empleado del lugar.

Badú siempre recetó sandía a sus jugadores. Archivo.

De casualidad

Alexánder González y Yeison Calvo, quienes también trabajan en el cementerio, fueron los que lanzaron las semillas pensando que quizá pegarían, pero lo hicieron como quien no quiere la cosa. La sorpresa fue buena y ahora disfrutan las cosechas.

“Hace como tres años, mi compañero y yo compramos una sandía, la trajimos al cementerio para comerla aquí y tiramos las semillas en ese lugar donde hoy están esas sandías con el propósito de ver si nacía una o varias matas para tener y comer sandías los que trabajamos aquí”, dijo Alex.

El tiempo y el clima hicieron el resto.

“Nacieron dos matas y sólo a una le cortamos veinticinco sandías y de buen tamaño y a la otra como unas quince; lo único que les hacemos es que por las tardes, cuando nos vamos a ir para la casa, les echamos agua y listo”, aseguró.

Agregó que no tienen ningún tipo de abono, son totalmente naturales y de un sabor espectacular.

Cualquiera que pase por el cementerio quedaría antojado. Alfonso Quesada.

Nuestro corresponsal en la zona, Alfonso Quesada, las probó y dio fe de lo que dicen los trabajadores.

“Ayer ( miércoles) me comí un pedacito y, sí, es cierto lo que dice Alexander, es riquísima, dulcita y jugosa”, dijo.

A pesar de la fama que tienen, los cuidadores del cementerio explican que nadie se las roba porque están bien cercadas.

“El cementerio está cerrado con muro de cemento y los portones se mantienen cerrados”, dijo González.

Aunque quién sabe si la única razón por la que muchos no les hacen tiro sea realmente esa.

Raíces superficiales

Alexánder afirma que estas sandías son diferentes a las que se compran en los negocios; su cáscara es más ancha y la parte roja más delgada.

”Eso es porque a las otras les echan abono y nosotros a estas no, solo cuando vemos que le llegan zompopas, pero es cuando la mata está pequeña, ya así no le llegan más”, añadió.

Explica que no hay razones para sentir asco por que las matas de sandía son de raíces superficiales. Es verdad, están concentradas en los primeros 60 centímetros del suelo y recordemos que las tumbas o los huecos donde se entierran los cuerpos miden tres metros de profundidad.

Hablamos con Jorge Jiménez, Gerson Chavarria y Argentina Peralta, vecinos de Palmar Norte, y los tres fueron de la misma opinión: ellos no comerían esas sandías porque piensan que esas matas se alimentan de muertos.

¿Usted qué dice, se mandaría? Estas sandías podrían levantar a un muerto.

Erick Quirós

Erick Quirós

Periodista de farándula y espectáculos desde 2013. Experiencia en coberturas deportivas. Estudió periodismo en la Universidad San Judas Tadeo. En 2019, 2020, 2021 y 2022 fue premiado como el periodista de mayor visitación de La Teja. En 2019 (compartida) y 2021 recibió el premio de periodista del año de este mismo medio.

En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.