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Sacristán de la iglesia de Santa Teresita conserva como nuevo un pasito de 1935 traído desde España

Wagner Rivera se enamoró de los pasitos desde niño gracias a la influencia de su abuelita

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Wagner Rivera es un estudiante de teología que trabaja como sacristán de la iglesia Santa Teresita en barrio Escalante, y que es famoso entre sus conocidos por ser un apasionado de los portales y por tener uno en su poder que fue fabricado en 1935.

Este peculiar gusto por los pasitos empezó desde que era un güila, ya que acostumbraba pasar la Navidad junto a su abuela, María Luisa Araya, quien era dueña de un portal impresionante que compró en España en 1935.

El pasito proviene de la ciudad de Olot, en Cataluña, la cual es famosa por tener artesanos especializados en confeccionar figuras religiosas. A la señora se lo trajo un amigo de la familia que anduvo por allá en esos años.

Las piezas son de yeso y en esos años costó ¢300, un platal para aquellos años. El pasito tiene las piezas tradicionales, el Niño, san José, María, el burrito y la vaquita, los tres reyes magos, unos camellitos, los tradicionales pastores con sus ovejitas y el ángel Gabriel.

Ante semejante belleza era de esperar que Wagner, de 31 años, le agarrara el gusto a los portales y no por nada asiste al sacerdote en las labores de cuidado y limpieza de la iglesia, la sacristía y de los objetos sagrados.

Este pasito, a pesar de tener 83 años se mantiene como nuevo, tanto así que solo una de las ovejas perdió una patita. El resto de las piezas se ven como el primer día.

Al tener un modelo a seguir tan hermoso, Wagner empezó a crear sus propios pasitos, por lo que un muñeco de Pinocho cumplía el papel de San José y una muñeca el de la Vírgen, otras figuritas asumían los papeles secundarios.

“Es algo que uno trae desde pequeño, siempre me han gustado los portales así que cuando mi abuela murió en el 2001 no hubo duda de que yo iba a cuidar de esas piezas”, explicó.

Él acostumbraba armar el portal que le dejó su abuela en la sala de la casa, pero este año decidió pasarlo a la cochera, al cual le da más vida mediante el uso de luces, una fuente y otros elementos para hacerlo lo más grande posible y llamativo posible.

“Este año empezamos a armarlo a las ocho de la mañana y terminamos a la medianoche, íbamos colocando las piezas y revisando que todo quedará bien”, dijo.

Él guarda las piezas durante todo el año dentro de un armario y no permite que nadie las toque por ningún motivo. Además se niega a darles una manita de gato porque le da miedo que un restaurador no las dejen igual.

Wagner tiene las piezas tan bien cuidadas que hasta las conserva con el sello original de la fábrica, algo que le permite diferenciarlo de las reproducciones que se empezaron a hacer en el país mediante la copias de los moldes.

“Muchas familias compraban sus pasitos en la librería Ulloa porque era la versión más parecida a la de que mis abuelos trajeron, pero la diferencia está en la marca, algo que solo tienen las piezas traídas desde España. La librería Lehmann si traía los originales”, comentó.

Wagner sabe que el portal que le heredó su abuela debe costar muchísimo dinero, pero reconoció que nunca ha pensado en venderlo por el valor sentimental que tiene ese pasito para él.

Colecciona y regala

Pero esas piezas históricas no son las únicas dentro de su casa, ya que en su hogar cuenta con un portal que trajo de Italia, de una tienda especializada en artículos religiosos, tallado en madera.

Al entrar en la casa varios rincones exhiben con mucho cuidado piezas de colección como un niño Jesús que adquirió en Guatemala.

En otro espacio de su hogar hay uno de madera que funciona con velas y que es de origen alemán. Este tiene tres pisos que giran de forma independiente. Además tiene otro de plástico también hecho que parece de cristal.

Según Wagner, él ha comprado portales desde 1995, año en que una tía le regaló su primer pasito y el cual era de porcelana. A partir de ahí empezó un pasatiempo que no ha parado y que comparte con los demás, ya que Wagner confesó que suele regalar portales a sus amistades o a las parejas que se casan en la parroquia.

Como Wagner es un experto en el tema, dijo que no le gustan los portales que venden en los almacenes chinos porque no tienen la calidad en los detalles como los que se consiguen en las tiendas católicas, que a pesar de que son más “cariñosos” son más bonitos y de mejor calidad.

Bella Flor Calderón

Bella Flor Calderón

Comunicadora

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