Las aguas del Parque Nacional Cahuita, en el Caribe del país, se convirtieron en el epicentro de un descubrimiento que vendría a cambiar, para siempre, la historia del país.
Resulta que en las profundidades de esta hermosa playa aparecieron los restos de dos naufragios que desempolvan una realidad que muchos desconocen por completo: el pasado esclavista del país.
Y es que créalo o no, entre 1540 y 1824, Costa Rica tuvo un foco bastante grande de esclavos, muchos de ellos provenientes de África, La Habana y Jamaica.
Este descubrimiento viene a cambiar para siempre, una verdad que se creía estaba escrita en piedra.
Rescribiendo la historia
En La Teja conversamos con doña María Suárez Toro, cofundadora del Centro Comunitario de Buceo, Embajadores y Embajadoras del Mar y, una de las personas que formaron parte de este proyecto.
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Ella nos contó que si bien este descubrimiento se dio por el trabajo en equipo de varias instituciones, incluida la Universidad de Costa Rica y el Museo Nacional de Dinamarca, el crédito y el protagonismo se lo debe llevar la juventud afro y bribri de Cahuita.
“Ellos son los herederos directos de esa historia que se ha sacado del fondo del mar. Todo este descubrimiento está pasado por el colador de un trabajo, por supuesto científico, con el conocimiento ancestral que tiene la juventud de sus abuelos pescadores y de las comunidades indígenas.
Entonces, ¿cómo es que dieron con este hallazgo? La respuesta lo va a dejar con la boca abierta, porque fue por pura casualidad.
“Es una historia muy bonita, pero accidental”, nos contó entre risas. “Las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir”.
Según nos explicó, en 2013, como parte de una iniciativa para involucrar un poco más a los jóvenes de Cahuita en la concientización contra el pez león (que hace muchísimo daño a las costas ticas), ella notó que los jóvenes ya no estaban interesados en seguir los pasos de sus papás y dedicarse a la pesca artesanal, pues su sueño era ser buzos.
Como tenía licencia, organizó todo para llevarse a un grupo de ellos a bucear entre los arrecifes en los que habían crecido. Pero, un día, todo cambió.
“En el proceso de estar enseñándoles fuimos al Parque Nacional Cahuita, nos tiramos a bucear los arrecifes y veo yo aquellas anclas”, recordó.
“Llevamos a los chicos y cuando ellos ven aquellas cosas, anclas, cañones, bolas de cañón, ladrillos, fue una algarabía porque, ¿qué es eso? Ahí empezó todo".
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“Comenzamos a investigar y nos dimos cuenta que aquí no había arqueología subacuática. Teníamos historias orales de pescadores que habían visto esos objetos desde hace más de 200 años, que habían llegado aquí los pescadores, pero no había citas documentadas.
A partir de ese momento comenzó una investigación que tardó años, que incluyó arqueólogos y científicos de Dinamarca, Croacia, Japón, Jamaica y Estados Unidos, para esclarecer el pasado de estos barcos.
Cruda realidad
Ahora, ¿qué es lo que se descubrió?
Estos navíos, que llevaban los nombres Federicus IV y Christianus V, formaban parte de la Danish West India and Guinea Company, una empresa dedicada al comercio esclavista.
Su historia da inicio en 1708, cuando salen de Copenhague, la capital de Dinamarca, con destino a África Occidental.
Estos barcos surcaron las aguas africanas recolectando hombres, mujeres y niños, para traerlos a América y venderlos como esclavos. El destino final era la isla caribeña de St. Thomas que, por aquellas épocas, formaba parte de la colonia danesa.
Su travesía pudo haber acabado mucho antes de iniciar y es que, cuando iban saliendo de Ghana, se realizó un motín.
No obstante, los esclavistas lograron controlarlo y acordaron que lo mejor sería que ambos barcos viajaran juntos para evitar que sucediera algo similar de nuevo.
Para 1710, cuando se enrumbaban a la isla caribeña, hubo un error de navegación y, tras una serie de tormentas, perdieron el camino terminando en las costas de Costa Rica.
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Esto obligó a los capitanes a devolverse, una decisión que no cayó bien entre los tripulantes, quienes querían desembarcar para buscar comida. Así que, el 4 de marzo de 1710, hubo otro motín que resultó en la destrucción de ambos barcos.
El Federicus IV fue quemado, mientras que el Christianus V quedó a la deriva hasta encallar en el arrecife de Cahuita.
Se estima que un total de 650 personas africanas fueron desencadenadas y desembarcadas en la costa de Cahuita que, en ese momento, funcionaba como una especie de escondite entre la ruta comercial que conectaba Panamá con Matina en Limón.
No obstante, según los archivos nacionales, 105 de ellos fueron recapturados en Matina y llevados al Pacífico, para ser esclavizados una vez más.
“Nosotros decimos que llegaron libres a las costas de Costa Rica, pero no es cierto. Digamos que desembarcaron libres, pero no tenían aquí ninguna libertad”, agregó doña María.
“Los que conquistaron su libertad a la hora del desembarco, fueron los que se fueron arriba con los bribris, porque los bribris estaban luchando por la suya. Pero, cualquier negro que fuera encontrado en la costa, inmediatamente, era reesclavizado”.
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Ahora, si se pregunta qué va a suceder con estos restos, le contamos que, como forman parte del Parque Nacional Cahuita, se tomó la decisión de dejarlos ahí para que no se desintegren y que sigan formando parte de futuras investigaciones.
Eso sí, están muy bien protegidos.