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Sobreviviente de dos huracanes: “Aún tengo pesadillas donde me lleva arrastrada el agua”

Doña Brenda, junto a su esposo y dos hijos, se salvaron de morir ahogados el 24 de enero del 2016 en Guayabo de Bagaces

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“Sé muy bien que nadie puede adivinar dónde golpeará un huracán, por eso le digo a la gente que sabe que vive en zonas de riesgo, váyase de ahí, no se exponga, no arriesgue a su familia. Usted no tiene idea de las terribles consecuencias físicas y sicológicas que provoca un huracán”.

Esto lo dice Brenda Hernández Guillén, de 45 años y quien conoce de cerca la furia de esos fenómenos y puede decir que sobrevivió a dos.

En 1988, cuando tenía 11 años, vivía en Bluefields, Nicaragua, una zona arrasada por el huracán Joan y en el 2016, con 39 años, vivía en Guayabo de Bagaces, Guanacaste, cuando el huracán Otto pegó en Costa Rica con furia, dejó 10 muertos y daños por millones y millones de dólares.

Con el inicio de la temporada de huracanes del 2022, este miércoles 1 de junio, Brenda trae a su mente las dos duras experiencias que ha atravesado, sobre todo la segunda, en la cual estuvo a punto de perder la vida junto a su esposo y dos hijos. Que lograran vivir para contar el cuento es como un milagro.

“Hace pocos días hubo unas familias que se salvaron de un derrumbe en Alajuela, eso es muy triste; aunque uno no viva con todos los lujos, las pocas cositas que tiene le costaron mucho. Cada vez que veo esas noticias siento un calor en el pecho al acordarme de la que Dios nos salvó”.

En Brenda, las cicatrices sicológicas de esos dos duros capítulos están más que presentes.

“Darme cuenta de que la temporada de huracanes de este año será más fuerte me provoca rezar mucho por todas las familias para que nadie viva lo que yo viví. Mi experiencia no debería vivirla nadie, no se lo deseo a nadie”, dice.

“Hoy día vivo en una casita construida gracias a la ayuda de mucha gente y en una zona plana (frente al cementerio de Guayabo de Bagaces). Tengo la plena seguridad de que no se inundará, pero cuando en las noches llueve no puedo dormir ni un minuto. Hay algo que me lo impide, un temor de que una correntada entre por la casa. Todavía tengo pesadillas en donde me lleva arrastrada el agua”, nos cuenta con voz triste.

En 1988, y a pesar de que Joan golpeó duro a Bluefields, Brenda recuerda que su familia dejó la casa de madera en que vivía y se fue a pasar la emergencia donde una vecina que tenía vivienda de cemento.

Cuando golpeó el huracán fue una pesadilla, pero la construcción aguantó y por eso no les pasó nada.

El estruendo de la fatalidad

El trauma principal de esta luchadora y de su familia fue en Costa Rica, en el 2016, con el huracán Otto.

Era el 24 de noviembre, se estaba terminando de ocultar el sol y Brenda le dijo a su esposo, Wilberth Barboza, que mejor se fueran de la zona porque a ella le parecía que ante tanta lluvia caída el asunto se estaba poniendo peligroso, pero Wilberth le dijo que no.

“No había terminado de decir eso cuando se empezó a escuchar el tremendo escándalo de la inundación que rodeó la casa, bajaba agua, barro, piedras, árboles. No tuvimos tiempo de nada. Yo agarré a mi hija menor, Sherryl, quien en ese momento tenía once años y mi esposo agarró al hijo del medio, Mario, quien tenía trece. De un pronto a otro todos íbamos arrastrados por la inundación. Agarré con todas mis fuerzas a mi hija y se me perdieron de vista mi esposo y mi hijo”, recuerda.

Fue una experiencia que la llenó de miedo.

“Creí que ambos habían muerto, pero a los pocos segundos escuché a mi hijo que me gritaba ‘¡mamá, mamá!, ¿dónde estás?’ y yo le respondía ‘aquí voy hijo, aquí voy’. Entonces pensé que mi esposo, de seguro, ya había fallecido. Es lo más duro que he vivido”.

A como pudo, al llegar a una parte donde había mucha basura acumulada, Brenda subió a la hija y al hijo y ella se quedó abajo, como esperando que pasara el esposo, pero nunca pasó. Milagrosamente los tres fueron rescatados y llevados al albergue que se abrió en Guayabo. Ella y los hijos comenzaron a llorar al papá fallecido.

Sin embargo, Wilberth no murió. Él no sabe ni cómo, pero se agarró con todas sus fuerzas a un árbol y no se soltó hasta que lo rescataron y lo llevaron al albergue en La Fortuna.

Horas de llanto

Por eso, durante ocho horas, Wilberth lloró la muerte de su esposa y sus dos hijos. Luego de ese tiempo pudieron comunicarse por teléfono y se dieron cuenta del milagro: ¡todos estaban vivos!

“Por eso no me voy cansar de repetirle a la gente que vive en zonas de riesgo que piense en lo que puede perder. Solo Dios sabe por qué mi familia no murió y solo Dios sabe los momentos amargos que vivimos. Cuiden a los suyos, salgan de los lugares peligrosos porque la fuerza de la naturaleza es enorme y mortal”, advirtió Brenda quien en enero pasado se graduó de bachiller del Instituto Profesional de Educación Comunitaria, IPEC-Liberia.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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